Mismo escenario con papeles cambiados. El PSOE quiso poner entre la espada y la pared a Podemos. Pactó con Ciudadanos y cargó sobre los morados la responsabilidad de que no hubiera un gobierno de Rajoy. Ahora, el PP ha hecho lo propio con los socialistas, pactando de nuevo con el partido de Albert Rivera y lanzando a Pedro Sánchez el órdago de evitar unas terceras elecciones.
Puede parecer una situación injusta para el PSOE, quien ha querido adoptar la misma actitud que tuvieron los otros con ellos -“no es no”-º, pero las consecuencias están siendo muy diferentes. Será porque el PSOE no es el PP: ni es el partido más votado, ni viene de una subida electoral. En esta pequeña gran diferencia está el quid de la cuestión, y muchos veteranos socialistas lo tienen claro.
Para un sector muy importante del PSOE, liderado por Sánchez, pesaba más el compromiso ante sus votantes de evitar una nueva legislatura de Mariano Rajoy. Todos al final somos esclavos de nuestros compromisos. Sin embargo, a Sánchez le ha faltado mucha vista política -”pipella” en mallorquín-, la misma que ya le faltó cuando pactó con Ciudadanos y quiso que Podemos se abstuviera. Si no fue capaz de calibrar las consecuencias de sus actos en su propio partido, ¿Cómo podría estar al frente de un Gobierno?
Muchos ya querrían tener al adversario en la situación en que está el PP (Déficit público superior al PIB, causas judiciales por corrupción, bajada electoral respecto a 2011…) pero el PSOE en vez de aprovechar la situación cual ave rapaz, ha optado por ser una mantis religiosa y lanzar un bote salvavidas a los populares.
Algunos de los que antaño ejercieron de guardia de corps de Pedro Sánchez y lo encumbraron como candidato (Susana Díaz, Antonio Pradas…), ahora, una vez consumada la cópula con gatillazo, se han comido su cabeza dándole una estocada que se antoja mortal. Todo un espectáculo. '