En principio, pocas cosas puede haber más melancólicas en esta vida que pasar un día entero de domingo o un día festivo en Palma, sobre todo en estos meses de invierno, salvo que en esa festividad juegue el Real Mallorca. Si no, suele ser habitual que los domingos nos invada una punzante sensación de tristeza, de soledad o de abandono.
Aun así, en nuestro caso, existe un hecho diferencial que nos hace radicalmente distintos de otros enclaves de nuestro entorno: el ruido. Si algo me gusta de verdad de los domingos de otras ciudades es que en ellos suelen reinar una paz y un silencio muy acogedores. En nuestra querida ciudad, en cambio, no siempre suele ser de ese modo.
Un domingo cualquiera, uno puede escuchar o descubrir que la pasión amorosa de la pareja del cuarto continúa casi con la misma intensidad que el día en que se conocieron, o que el vecino del sexto es un auténtico maestro del bricolaje, o que el matrimonio del sobreático ha decidido cambiar todos los muebles —absolutamente todos— de sitio.
Otro domingo cualquiera, uno puede descubrir que la vecina del séptimo tiene un equipo de música que ya lo quisiera para sí la mejor discoteca de Palma o que hay varias parejas a las que les gusta estar de animada tertulia en la calle hasta última hora de la noche, a pesar de que con este frío seguramente se esté hoy mejor que nunca en casa.
Hace unos pocos años, la gran cineasta Isabel Coixet publicó el libro Algú hauria de prohibir els diumenges a la tarda. Si la directora de Cosas que nunca te dije hubiera nacido o residiera en Palma, no sé yo si quizás se habría decantado directamente por pedir que los domingos fueran prohibidos en su integridad, sin esperar a la llegada de la tarde.
También es verdad que no todo es malo, y que los domingos y los días festivos tienen a veces cosas buenas en Palma. Así, uno puede percibir un ambiente muy animado en las calles del centro gracias a que las tiendas están abiertas, o ser un poco más flexible con los ruidos que le aprisionan, sobre todo si ese día ha ganado el Real Mallorca.