Mesura y crítica

Estos últimos días vengo oyendo y leyendo declaraciones de todo género que vienen a decir que ante desgracias como las de Santiago o la de nuestros bosques de Ponent -que no pretendo comparar-, hacer crítica de las medidas de prevención, de la gestión llevada a cabo o de los medios utilizados es poco menos que rastrero e inmoral.

Menuda estupidez. Una cosa es que salga el político de turno a meterle el dedo en el ojo al adversario, recriminándole las mismas cosas que se le podrían atribuir a él, y otra muy distinta es tratar de envolver estos siniestros en un halo de fatalidad, de manera que no se puedan buscar responsabilidades en la gestión política previa y posterior, sobre todo para evitar su repetición.

En Andratx, por ejemplo, ni Bauzá ni Company prendieron fuego a nuestros bosques y estoy totalmente seguro que hicieron todo cuanto sabían para luchar contra él. Pero, sin necesidad de personalizar, es obvio que tenemos una Serra de Tramuntana declarada Patrimonio de la Humanidad que sólo nos ha servido para que quien correspondiera se hiciera una foto cuando se reconoció esta distinción. En este caso, fue Francina Armengol, pero pudo ser cualquier otro responsable del PP o del PSOE.

¿De qué sirve que un organismo internacional nos reconozca los valores ambientales, paisajísticos y arquitectónicos de la Serra si luego los medios materiales, humanos y económicos que destinamos -nosotros, como sociedad- para su protección son los mismos que prevemos para cualquier otra zona de la isla?

El mérito de la belleza y del valor ecoambiental de la Serra no es nuestro, desde luego, pero su protección y conservación sí es nuestra responsabilidad. Si nos pirramos por salir en la foto, hemos de ser consecuentes y reservar una parte del presupuesto a mantener limpios los bosques, a hacer cortafuegos o, siquiera, a tener más aviones prestos y dispuestos para actuar cuando el fuego afecta a una hectárea de pinar, no cuando ya ha quemado 1.600, como ha ocurrido ahora. Porque está muy bien que el Estado nos envíe 20 aviones y el grueso de la UME para luchar contra un fuego desbocado, pero quizás sería mejor que nos destinase tres hidroaviones todo el verano capaces de actuar en pocos minutos.

Aunque solo sea por puro egoísmo, también quienes viven directamente de la industria turística debieran presionar para ello, porque si, como intuyo, algún bobo piensa que con toda la isla calcinada va a seguir llenando igualmente su hotel de "todo incluido", en el tiene recluidos a centenares de británicos de clase obrera, es que su responsabilidad social es como para hacérsela mirar.

Por cierto, cuánto ayudaría ahora tener un impuesto turístico -ecotasa o lo que se quiera- como el que se paga en toda Europa, para contribuir a la recuperación de la Serra. Pero, para eso, harían falta políticos con coraje, ideas claras y, por qué no decirlo, con el apoyo de un sector hotelero que, por una vez, podría demostrar su amor a la tierra de la que vive.

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