La psicosis se ha adueñado de muchos ciudadanos que se han volcado los últimos días en realizar compras de alimentos y productos de uso cotidiano ante un eventual escenario de desabastecimiento. En Baleares, el miedo se ha desatado por el alza de los precios que se lleva ya produciendo hace meses -agravada ahora por la guerra de Ucrania- y por el temor al efecto que tendría en las Islas la huelga de transportistas convocada a nivel nacional a partir del lunes.
La patronal del sector del transporte en Baleares ha afirmado que no se sumará a este paro indefinido convocado por los pequeños y medianos transportistas por las subidas de los precios del gasoil. El paro, promovido desde la Plataforma para la Defensa del Sector del Transporte, ha despertado en las Islas todo tipo de rumores y mensajes en redes anunciando un colapso total a partir del lunes; unos mensajes que han sido descalificados por la Federación Balear de Transporte, que rechaza la huelga como solución al problema a la vez que afirma que las Islas tienen garantizado el suministro.
En paralelo, muchos supermercados han visto cómo sus estanterías comenzaban a vaciarse de determinados productos y las colas de clientes empezaban a crecer ante las cajas. El temor es comprensible por la tormenta perfecta que suponen la paulatina escalada de los precios, la guerra de Ucrania y la citada huelga de transportes. La realidad, sin embargo -y a día de hoy-, no parece justificar el acopio desmesurado de cualquier producto.
Baleares ya ha sufrido anteriores huelgas de transporte para las que se decretaron unos servicios mínimos -incrementados por el hecho de ser islas y, por tanto, ser más vulnerables en las comunicaciones- que no supusieron situaciones tan catastróficas como las que se anuncian en redes a partir de lunes. Otra cosa es que los precios vayan a seguir subiendo -en febrero aumentaron un 7,5 por ciento- mientras no se halle una fórmula para que el coste de la energía impacte menos en los precios, sobre todo de los combustibles.
En todo caso, reeditar ahora situaciones como la provocada hace dos años cuando medio mundo se lanzó a una compra tan desesperada como incomprensible de papel higiénico no parece ser la mejor opción.
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