El consorcio de la Playa de Palma anuncia que va a invertir 15 millones de euros en la remodelación de Can Pastilla y la Playa de Palma, para contrarrestar su degradación. Alguien podrá alegrarse, pero a mí me da la impresión de que esto es tirar el dinero. En mi opinión, aquí no es necesario un proyecto estupendo que levante todas las calles y las vuelva a asfaltar, que cambie de nuevo las papeleras y arranque las palmeras existentes. Eso ya lo hemos visto tantas veces que ya nos imaginamos cómo será todo. Pero aquí las cosas deberían ir por otro lado. Más que un megaproyecto, lo que es necesario es que cuando se rompe un banco, alguien lo repare al día siguiente; que cuando las papeleras se desbordan, se limpien; que las farolas sean pintadas periódicamente; que cuando el carril bici se tiene que reparar porque hubo un error, no se haga una chapuza como la que actualmente existe en la primera línea de Can Pastilla; que cuando se plante una palmera alguien se acuerde de volver, primero para quitarle el cañizo que la protege y no la deja crecer y después para podarla; que cuando se ponen paradas de autobús o del tren, alguien se preocupe de pegar el cartel correspondiente; que cuando los perros ensucian la base de una farola, el empleado de Emaya lleve a cabo una limpieza profunda y no una ridícula pasada de escoba; que cuando un coche se lleva un pilón de la calle, este no quede roto, tirado junto a la palmera más cercana. En realidad, no es una tema de dinero, sino de calidad en la gestión. O, incluso, simplemente de gestión. Da igual que se diseñe un magnífico paseo, si nos olvidamos de limpiarlo; o si quien limpia no hace más que un barrido superficial; o si no hay un calendario periódico de repintado de las farolas. Da igual que se invierta o no si aquello queda en el abandono. Esto no se arregla con 15 millones de euros. Con ese dinero sólo podemos hacer un paseo magnífico que estará en condiciones desde que se inaugura hasta que se empieza a usar. Pero si hubiera una gestión como corresponde, si se cuidara, posiblemente no haría falta la inversión. Esto se arregla si, más allá de la palabrería, hubiera interés por lo público similar al que tenemos interés por lo privado.





