La izquierda internacional, siempre necesitada de construir enemigos, tales como el heteropatriarcado, el capitalismo alterador del clima, o la momia de Franco, ha decidido añadir a Israel a su colección. Lo acusan de genocidio, aceptando sin la más mínima duda toda la propaganda bélica elaborada de quienes quieren que desaparezca. Esta nueva izquierda es renuente a la profundidad de los debates, prefiriendo los relatos simplistas que le permiten acusar de negacionistas, fascistas o cualquier otra cosa a sus oponentes.
Por su parte, una vez más la derecha europea, salvo honrosas excepciones, se muestra tibia. Probablemente, el rechazo a los constructos fruto de las técnicas de ingeniería social les hace carecer de un relato alternativo, algo que curiosamente tiende a no ocurre al otro lado del Atlántico. En cualquier caso, está actitud acaba favoreciendo que las ideas rivales se puedan difundir con más rapidez sin apenas resistencia.
De esta forma muchas universidades, incluida tristemente nuestra querida UIB, han manifestado su ruptura de relaciones con los prestigiosos, tolerantes, abiertos y punteros centros de estudios superiores de aquel pequeño país. Algo similar está pasando en el mundo del espectáculo, donde se rechaza la colaboración con empresas judías por el simple hecho de serlo. En materia deportiva, asistimos durante los lamentables sucesos de la Vuelta Ciclista, al patético mensaje, -ampliamente televisado-, del chulesco presidente del gobierno español calentando los ánimos de los violentos al lamentarse por no disponer de una bomba atómica. La UEFA, que nunca se ha preocupado por la concurrencia de muchos de los países más tiránicos, debate ahora sobre la participación de la diminuta nación hebrea.
El constante apoyo mediático, por parte de la prensa más tradicional, a la propagandística flotilla con falsa ayuda a Gaza, protegida fraudulentamente por un buque de la Armada Española. No ha hecho sino alimentar la ola de odio y anti-sionismo larvado que anida en buena parte de la sociedad española y europea, alentando episodios que parecen revivir épocas oscuras del pasado. Desde esos medios, normalmente alineados con el progresismo woke, se anuncian, jalean y alientan las agresivas y violentas manifestaciones que impiden la libre circulación; o que utilizan el mobiliario urbano como armas arrojadizas vandalizando el espacio público, o el que asaltan cadenas de supermercados y comercios con el ánimo de amedrentar al que no comulga con sus postulados.
Todo este dislate parece indicar que a esta izquierda vociferante le importa mucho más contar con un nuevo molino quijotesco, que apuntale su manido relato de buenos y malos, a ayudar a los malparados árabes palestinos. Nunca han condenado la ideología de Hamás, no condenan su antihumanitario ideario, ni la despiadada represión que ejercen sobre sus oponentes, ni los abusos sobre el pueblo que gobiernan, ni la evidente corrupción con la que operan, ni que construyan túneles en vez de refugios, ni que adoctrinen en el odio a los más pequeños, ni su rechazo a la existencia de dos estados, ni que secuestren y torturen, ni que utilicen escudos humanos etc. Los motivos para no dirigir la presión internacional hacia Hamás, antes que, a Israel, no pueden ser bondadosos. ¿Acaso el grito “desde el río hasta el mar" no contiene intenciones genocidas?
En cualquier caso, desgraciadamente este cargado ambiente tiene su correlato en el seno de las familias y las comunidades de amigos, en donde, el no aceptar la tergiversada versión de la mayoría eurocéntrica woke, puede llevar a experimentar el rechazo más furibundo. A velocidad de crucero, la atmósfera se está volviendo irrespirable para muchos de los que prefieren su propia lógica a las incoherencias de las soflamas anti sionistas.
En definitiva, sí este relato anti-israelí y anti-judío se continúa alimentando desde la izquierda en el poder, sin una contundente respuesta de la derecha, no estará lejano el día en muchos de aquellos que se identifique con esa comunidad se sientan tentados a dejar la decadente Europa para trasladarse esa tierra prometida, donde la verdad no necesita de narrativas manipuladas.
Ya sucedió antes. Y en buena parte por eso mismo, Israel pudo contar con el talento de muchos expatriados del viejo continente para destacar en casi todos los campos del saber. Así, transformó los más duros desiertos en ricos enclaves agrícolas ideando avances tecnológicos de los que ahora todos nos beneficiamos. Lo mismo se puede decir con respecto al campo de la medicina, o de la electrónica. También en el de la seguridad y la defensa, en el cual ostenta una superioridad que, sin embargo, presenta algunas evidentes vulnerabilidades, como fue la del brutal ataque que, no lo olvidemos, inició la actual guerra.
Cuando escribo estas líneas todavía no se sabe si el rayo de esperanza ofrecido por el también denostado presidente Trump se va a consolidar. Ojalá sea así, aunque me temo que, pase lo que pase, Israel puede volver a experimentar una indeseada inyección de talento. ¡España y Europa seguirán caminando otros dos pasos por detrás!


