OPINIÓN | 25 años cultivando un espíritu

España: diecisiete tribus exigiendo el trato que se merecen

El fin de semana pasado hice un recorrido por la prensa española de provincias y comprobé cómo estos diecisiete pueblos que componen España luchan por tener una financiación superior a la media, por ser escuchados más que los demás, por hacer oír su voz, por lograr esa dignidad perdida en beneficio del centro. Veamos. En Asturias, el nuevo presidente, un conocido de todos, Francisco Alvarez Cascos, dijo el sábado durante su acto de toma de posesión, que hará que “que en España se oiga, se escuche y se respete nuestra voz”. La de Asturias, se entiende. Es que, por lo visto, hasta ahora no era escuchada. Como si Cascos no hubiera sido vicepresidente de España. Como si le hubieran preguntado “¿Asturiano?”. “Fuera”. Al lado, en Cantabria, el Diario Montañés publicaba que Ignacio Diego, el nuevo presidente, del PP, en una de sus primeras declaraciones, dijo que lo primero que hará es pedir una entrevista “con el presidente de Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, para hablar de inversiones pendientes entre ambas administraciones. Y así se lo ha pedido en una carta que le ha remitido esta misma semana. El dirigente popular -dice el periódico- quiere abordar con Zapatero el compromiso del Hospital Valdecilla, la situación de las infraestructuras del Estado en Cantabria y las financiación de la Autovía del Agua.” Algo totalmente prioritario, innegociable, en lo que le va la vida. En Murcia, el consejero de Cultura y Turismo, Pedro Alberto Cruz -según publicaba La Verdad- “lamentó que para el Gobierno central la Región de Murcia no sea una prioridad, y se mostró convencido de que ese olvido se subsanará con Mariano Rajoy en el poder. El consejero dijo que «No puedo pensar que una persona que se dedica a la vida pública (por Zapatero) tenga como prioridad básica castigar un territorio (por Murcia), no lo concibo y realmente no creo que sea así», señaló. Aunque precisó que sí puede pensar que la Región no es una prioridad y que haya habido un descuido hacia ella. Algo, a su juicio, que «es un error», porque «no podemos pensar en una potencia si nuestro principal eje vertebrador del turismo, como es el Mediterráneo y Andalucía, se encuentra fragmentado por la falta de infraestructuras que tiene la región». Tal cual. El nuevo presidente extremeño parece que no necesita tiempo para ser líder tribal. En la primera entrevista, en el Hoy de Badajoz, Monago, del PP, dijo que “el AVE es la diferencia de estar o no en el mundo”. Pobre Estocolmo, Copenhague, Manchester o Nueva York: sin AVE no están en el mundo. Y Monago no va a dejar que Extremadura se quede fuera del mapa. Dice que “todas las comunidades van a tener un tren de Alta Velocidad. No se entendería el mapa de España sin AVE en Extremadura. No somos menos que nadie. Son infraestructuras de futuro. El problema no es de pasajeros. Si muchas de las infraestructuras se hicieran exclusivamente en términos de rentabilidad a Extremadura no vendría nada. En este asunto yo no me voy a rendir. De lo que se trata es de alguien suba al tren en Lisboa y pueda llegar en AVE a París.” O sea que todos detrás de nuestro hombre, que se va a enfrentar a Madrid. Francisco Hernández Spínola es desde hace quince días consejero de Presidencia de Canarias, del PSOE. No necesita estudiar los papeles para saber que Canarias necesita un nuevo Estatuto. “Esta tierra necesita un mayor grado de desarrollo competencial y que se equipare a aquellos textos estatutarios de última generación.” Como, por supuesto, no haría carrera en el PSOE si lanza este reto ahora, dice que el momento “todavía no lo hemos definido,” pero obviamente, a Rajoy le va a caer en sus espaldas esta deuda con la dignidad canaria, hoy mancillada por no estar al mismo nivel que los grandes. Un breve recorrido por la prensa regional española nos demuestra que veinticinco años cultivando el espíritu de tribu se notan. Veinticinco años en los que los líderes de las autonomías nos han ido convenciendo de que este país está formado por diecisiete pueblos nobles, ejemplares, luchadores, esforzados, pero incomprendidos por España, por ese centro lejano contra el que luchamos como Don Quijote contra los molinos, buscando que un día nos trate como nos merecemos. Por eso, todos unidos, conscientes del momento trascendental que supone esta batalla en pos de la reafirmación de la identidad, nos alineamos detrás de nuestros líderes locales, del jefe de la autonomía, detrás de sus palabras en las que encontramos el camino, nuestra razón de ser. Una batalla en la que estamos con nuestros periódicos, con nuestros intelectuales amigos, con nuestros prohombres locales, con nuestra pequeña corte de provincias. Todos al unísono. Nosotros con nuestro líder y él con nosotros. ¿Quién puede oponerse a esto? El que discrepe de la voz unánime de la tribu, condenado al ostracismo. El problema sólo emerge cuando cometemos el error de mirar los diecisiete discursos a la vez. No puede ser que las diecisiete autonomías digan que quieren tener una financiación superior a la media, que las diecisiete digan que su voz no se oye, que las diecisiete paguen más de lo que reciben, que las diecisiete tengan el derecho inalienable de tener un Ave porque se quedan fuera del mapa, que todas tengan un hecho diferencial, una autopista del agua, un papel de eje estructurador no reconocido. Pero todo esto es para consumo local, para alimentarnos a nosotros mismos, todos seguimos defendiendo nuestra tribu, como se merece: lo más noble, la peor tratada, la que ya merece recuperar su lugar bajo el sol.

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