A pesar de la machacona campaña publicitaria de la reivindicación del día 11 de septiembre de 1714 como la fecha clave en el devenir histórico de Cataluña, por cierto, la fecha de la caída de Barcelona, al cabo de trece meses de asedio por las tropas borbónicas, resulta que no fue hasta finales del siglo XIX, en la medida que nace el catalanismo político, que alguien celebró el 11 de septiembre y también resulta que la guerra de sucesión fue reivindicada en serio, por primera vez, por el historiador carlista Mateu Bruguera, canónigo de Barcelona, en su obra Historia del memorable sitio y bloqueo de Barcelona y heroica defensa de los fueros y privilegios de Barcelona 1713-1714, escrita en 1871.
Como lo es también que Antoni Rovira i Virgili (1882 -1949), historiador, periodista y político de ERC, presidente del parlamento catalán en el exilio, “reconoció indignado que los catalanes pronto se olvidaron de la guerra de sucesión y recibían a los Borbones con entusiasmo”.
En la guerra entre los pretendientes a la corona española, la rama borbónica desde Francia y la habsburga de Austria ocurrió que no toda Cataluña estuvo al lado de los Austrias como tampoco Madrid o Castilla estuvo al lado de los borbones.
Felipe V entró en Madrid (febrero 1701) sin oposición, y ese mismo año marchó a Barcelona para celebrar Cortes, donde concedió numerosos privilegios de nobleza y accedió a las peticiones de los diversos estamentos, que le reconocieron como soberano (enero 1702). Ahora bien, en 1705 la guerra dio un vuelco espectacular con el desembarco de las fuerzas aliadas constituidas por Inglaterra, Austria y las Provincias Unidas en Valencia y Cataluña. En Cataluña, las fuerzas internacionales aliadas firmaron un acuerdo político y militar conocido como el Pacto de Génova (junio 1705) con un grupo de caballeros y comerciantes, que mostraban así el resentimiento del Principado hacia los franceses y la confianza en un mayor respeto a la constitución por parte del archiduque Carlos de Austria, candidato de la coalición antiborbónica.
La victoria borbónica de Almansa (abril 1707) permitió la recuperación de Valencia y Aragón, además de las ciudades de Lleida (1707) y Tortosa (1708). La resistencia catalana se mantuvo durante varios años hasta la toma al asalto de Barcelona (septiembre 1714). Finalmente, el Decreto de Nueva Planta (enero 1716) arbitró una serie de medidas contra las organizaciones autónomas de los Estados de la Corona de Aragón (donde se insertaba Cataluña) que implicaban un nuevo estatuto constitucional de la Monarquía española.
¿Por qué primero adoptó Cataluña la opción borbónica y luego se pasó a la austriaca? Primero porque creyeron que la descentralización del reinado de Carlos II podía ser prolongada y ampliada con un nuevo soberano de la casa de Austria, que alejaría el peligro del centralismo absolutista de estilo francés. Y segundo, aunque más importante, hubo motivos económicos que se basaban en las aspiraciones de la potente burguesía mercantil de convertir al Principado en una gran nación comercial según el modelo de Holanda o de Inglaterra, y basándose en la expansión marítima, aprovechar los mercados coloniales y la exportación de sus productos agrícolas comercializables, especialmente el aguardiente, en cuya destilación empezaban a tomar parte destacada empresarios ingleses y holandeses. En una palabra porque creyeron que sacarían más rendimiento económico.
La victoria de Felipe V significó el triunfo del absolutismo borbónico y de sus presupuestos económicos. Pero este resultado, calificado por algún historiador como el fin de la "nació catalana", no detuvo, sino antes al contrario alentó, el crecimiento económico de Cataluña, que pronto hizo las paces con la nueva dinastía y encontró en el nuevo marco político espacio suficiente para convertirse en una "petita Anglaterra".
MIQUEL PASCUAL AGUILO



