Una de las cosas que más me entristece, de las separaciones traumáticas y de los conflictos interpersonales y familiares es la ausencia de agradecimiento y la absoluta incapacidad para rescatar vivencias de agradecimiento, a pesar de que en el rastro vital compartido estoy seguro de que ha habido mucha reciprocidad en el mostrarse agradecido en el pasado.
No es tarea fácil, porque, a veces no se puede perdonarse ni perdonar. Fallarse a uno mismo y echarlo todo a perder, es muy doloroso y exige un proceso largo de resetearse y de desidealizacion personal. No está mal mirarse de forma honesta al espejo.
Agradecer es un chute de oxitocina, endorfinas, dopamina y serotonina. Este tsunami químico cerebral no tiene rival y es el reto de toda nuestra vida. A nadie le está negado ni está excluido. En eso somos todos iguales.
No elegimos nuestro genoma, nuestro ambioma infantil pero si podemos optar, en nuestro epigenoma, elegir si o si estar agradecidos. No hay que hacer ningún Máster ni subir a Lluc a peu.
Nunca estamos en un agradecimiento continuo y eterno pero sí que podemos optar por no estar y ser desagradecidos. Ese debe de ser nuestro reto y nuestra actitud. El rostro que nos fabricamos depende mucho de sí el agradecimiento es una pócima con la que nos acompañamos.
Ojalá nos sigamos encontrando en el camino de la vida y elijamos re-conocernos desde ese lubricante neuronal que es el principal combustible de nuestra neuro plasticidad y empatía. Ah y el agradecer es contagioso. Pueblo , pero no sea tacaño , renuncia a practicar la homeopatía emocional.
Ya saben, hay que estar agradecidos, por estar en derrota transitoria pero nunca en doma. Y gracias por todo ya todos.