En el Mallorca todo es muy raro, raro, raro. Steve Nash, uno de sus accionistas, se desplaza a Palma se pone a entrenar con los jugadores y hasta con los juveniles y se larga antes de quedarse a presenciar el partido contra el Formentera. ¿Se lo vería venir?. El caso es que al día siguiente es Maheta Molango quien viaja a América se supone que para rendir cuentas al patrono, al presidente o a ambos. Si uno de los consejeros viaja cada tres meses a Palma e incluso otro Le Saux, dicen que reside en el norte de la isla, ¿qué hacen cuando vienen?, ¿se pasan el día de excursión?. Ya si nos ponemos a hilar fino y habida cuenta de la política de fichajes que llevan, nos preguntamos para qué compraron el club y qué quieren hacer con él. Una pregunta que hemos planteado y nos hemos hecho un montón de veces, pero nadie ha sabido responder.
El hecho de mantener al equipo en Segunda B, donde descendieron de una manera tan absurda sin que nadie se inmutara cuando mantenerse en el fútbol profesional se lograba ganando el último partido de liga en el feudo de un descendido, el Mirandés, no parece preocuparles. Otra incógnita mala de digerir. Vistos los fichajes de verano y los refuerzos de invierno, tampoco nos queda muy claro que el ascenso sea su prioridad y si es así ¿cuál es entonces el objetivo?.
La trayectoria de los Phoenix Suns, la franquicia de la NBA que Robert Sarver y sus socios adquirieron a base de muchos millones de dólares, también presenta una curva errática, sin ningún tipo de actuación que permita vislumbrar la menor ambición y resignados a militar en el furgón de cola del baloncesto profesional de los Estados Unidos. La indiferencia se reproduce ahora en Palma. O eso parece.