Sentimiento nacionalista

Fue noticia; el pasado día 29, en Sabadell, la ANC presentó al Presidente Puigdemont una hoja de ruta encaminada a declarar la independencia de Cataluña, al mismo tiempo que a proclamar la constitución de la República Catalana. Según tales intenciones y vistas las reuniones reclamando unidad nacional instada por el presidente aludido, la decisión por parte de esa Asamblea Nacional Catalana es toda una evidencia. Las sentencias del T. C., las inhabilitaciones de ya ex diputados, la espada de Damocles judicial sobre la ahora timorata presidenta del Parlament, los recursos contra la partida presupuestaria relativa al gasto del referéndum, parece ser que no amilanan a esa Asamblea. Como tampoco son un inconveniente para la Alcaldesa Carmena; ella está por encima del bien y del mal. Lo legal o ilegal son problemas menores que pueden ser superados, creen, por la voluntad de decidir de los catalanes, piensen éstos lo que piensen y deseen lo que sea que deseen. Para su presidente, Jordi Sánchez i Picanyol ─ parece ser que no ha podido catalanizar su primer apellido por mor de la opresión del Estado español, supongo ─, la hoja de ruta no persigue sino lograr el sí de los catalanes, sea en esta cansinamente anunciada consulta sea en las sucesivas que se convoquen, hasta que los catalanes digan, por fin, sí. Ahora bien, ese manifiesto de deseos e intenciones, no se detiene en la consulta, sino que abre las puertas a la configuración de una macro República que sea receptiva con los más que obvios deseos de emancipación soberanista de los territorios “hermanos”; Catalunya nord, o sea Francia, las Islas Baleares o sea el Reino de Mallorca, el País Valenciá o sea el Reino de Valencia, la franja de Ponent, o sea, una rebanada del Reino de Aragón, L,Alguer en Cerdeña o sea Italia, para concluir el Anschllus nacional catalanista con una llamada al Estado andorrano con el cual, dicen, configuran una misma nación. No cabe duda que, efectivamente, eso de ser nación es un magno “sentimiento”, según dicho del otro Sánchez, Pedro. Y esa conmoción, ese “sentimiento”, al parecer, es siempre insaciable en todos los ámbitos. Y si lo sabíamos en cuanto a la cuestión crematística ahora se insiste en la territorial. Ya no se trata de buscar y encontrar raíces históricas para tal ansia expansiva, es suficiente detenerse en un hecho en el cual se refugia ese anhelo invasor; la lengua catalana. No hay otro punto de apoyo ni de justificación. De ahí el afán de estandarizarla como nexo de unión forzado y artificial. El hecho que en Barcelona no se sepa que “misser” significa abogado, les duele. Por ello, los missers deben ser impositivamente “advocats”.

Sin embargo no acaba en este punto la famosa hoja de ruta sentimental del señor Sánchez, don Jordí, presentada y abrazada por el itinerante Puigdemont. Como no podía ser menos, aspira a contar con la inestimable colaboración de organizaciones satélites como la Asamblea Sobiranista de Mallorca liderada por el señor Soler con sus ignotos allegados, y por una Plataforma valenciana por el derecho a decidir. Esa es la gran Confederación de Entidades Soberanistas de los llamados Països Catalans. Y entretanto se logra ese objetivo mediante consulta, ilegal o no, tanto da, la ANC indica que no cabe preocupación alguna para el resto de ciudadanos dispersos de ese Estado fragmentado por allá 1659; los mallorquines, aragoneses, andorranos y demás afectados, si lo desean podrán solicitar la ciudadanía catalana, para disfrute, se supone, de un montón de nuevos derechos, aparte de liberarse de la opresión españolista.

La visión futurista de la asociación del señor Jordi Sánchez y su hoja de ruta, llega hasta el punto de anunciar la suplantación del Parlament catalán por una institución creada ex profeso; la Asamblea de Electos de Cataluña, es decir, una congregación de cargos, municipales y autonómicos, elegidos en pasadas elecciones, pertenecientes todos ellos a partidos o agrupaciones políticas de ideología independentista. En otras palabras, Hitler ordenó incendiar el Reichstag, Sánchez sencillamente cierra las puertas del Parlament. Obviamente esa AEC no tendría más misión que declarar la independencia, aderezada por la constante movilización ciudadana denunciando la práctica opresora del gobierno español ante Estados y Tribunales internacionales.

Hasta aquí la hoja de ruta dispuesta y presentada al presidente de la Generalitat. No cabe duda que, tanto para Sánchez, don Pedro, como su fan Armengol, doña Francina, nos hallamos ante un delicado “sentimiento” que suple a cientos de años de historia, incluida la falseada, con el fin de que se expanda. Y mientras tanto, la Carmena cede espacios públicos como foro para arengas independentistas. Será que ella también se apunta a que la nación española no es más que un anacrónico sentimiento y, por tanto, a su bandera, ni flowers.

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