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Todo es un teatrillo

No vayan a creer, ni por casualidad, que me he pasado al bando de los pesimistas; sigo siendo un optimista recalcitrante y que esa es la única manera de poder continuar circulando por un mundo como este, pero hoy voy a hablarles de como veo la realidad y, lo que veo, no me gusta.

Para fortuna nuestra vivimos en un sistema político que se denomina democracia, ideado por los griegos, los clásicos; etimológicamente quiere decir que gobierna el pueblo, se autogobierna. Dentro de lo que ahora llaman politólogos, pues no están a la altura de los filósofos clásicos, siempre los ha habido más tiquismiquis (como me gusta esta palabra) y encima, Platón a modo de ejemplo, quería que dentro de ese gobierno del pueblo para el pueblo fuese encargado a los mejores. Como pueden ver la cosa ha ido degenerando. Alguien habrá en España, aunque solo sea uno, “mejor” que Pedro Sánchez para presidir el consejo de ministros, les pido solo uno.

Posteriormente se hizo celebre la frase de ese mequetrefe (también me gusta la palabreja) que es José Luis Rodríguez Zapatero que dijo que España es el único país del mundo que cualquiera puede alcanzar la presidencia del gobierno. Dicho y hecho. Zapatero, otro que no era el mejor, presidió el gobierno y le dio tanto miedo perder que decidió no presentarse a la reelección. Según Platón, los tres últimos mejores han sido Zapatero, Rajoy y Sánchez. Siempre he pensado que el Premier Rajoy fue un buen presidente a la vista de lo que se iba encontrando en los cajones tras es el mandato de Zapatero.

La democracia, tras intervenciones como las de Montesquieu o Kelsen, por ejemplo, dos juristas que crearon la separación de poderes y la estructura normativa piramidal de la democracia, es el sistema menos malo de los que rigen en el mundo. Alfonso Guerra dijo que Montesquieu había muerto. Hay quien no soporta una comparación.

Parto de una máxima, no gobiernan los mejores y los que nos gobiernan no son los más poderosos de España o del Mundo. Pedro Sánchez no es el hombre más poderoso de España, la verdad es que no tengo ni idea quien es el más poderoso pues una de sus funciones, como hombre poderoso que es, es que no se sepa que es muy poderoso. No sale en los informativos ni les entrevistan en las radios, no protagonizan escándalos ni portadas de diarios pero son ellos los que mandan; estoy plenamente convencido. En España poner un ejemplo de alguien que mande a Sanchez, y mira que es mediocre el individuo, basta con citar a Puigdemont, aunque no sepamos quien manda sobre este último.

Al presidente de USA se le llama el hombre más poderoso del mundo, aunque no lo sea, porque con él viaja siempre el famoso maletín nuclear, no sé que hay de realidad o de épico en eso; lo que no sabemos es quien le dice que botón del maletín debe apretar y en qué dirección.

El problema de todo ello es que los poderosos, los que mandan en el mundo, crean monedas digitales, hacen caer a Wall Sreet o quebrar el Banco de su Graciosa Majestad, más conocido como Banco de Inglaterra. Pero es que además de que no sepamos quienes son (en el caso del Banco de Inglaterra si lo sabemos) es porque lo hacen.

¿codicia? ¿más poder? ¿conseguir que el mundo gire al son de su música? Todo esto me parece indecente, pero lo que me parece más inaceptable es que esos mejores no se presenten a las elecciones y jueguen con nuestras mismas reglas del juego (les recomiendo “las reglas del juego, las reglas del derecho” de Gregorio Robles). ¿están sometidos los poderosos a la jurisdicción del código penal? ¿O a cualquier norma de cualquier ordenamiento de un país cualquiera?.

Les confieso que en mi vida, de forma consciente, jamás he conocido a un poderoso. Imagino que no lo llevan escrito, ni se identifican como tales pero su capacidad de maniobra y de decidir sobre la vida de los demás es ilimitada hasta el punto de decidir cuándo se inicia y se termina una guerra, y que es y no es un genocidio y cuando unos ignorantes deben embarcarse en defensa de una causa que a ellos les va bien que se agite, incluso que una persona de provincias escriba sobre ellos y con ello alguien me crea y eso aumente su ego o su leyenda.

Tengo la suerte que en este periódico me dejan altruísticamente (por vanidad dice un buen amigo) publicar una columna, en mi profesión era como ahora, jamás he tenido poder, ni el mínimo poder y no me hace ninguna ilusión ostentarlo; creo que cuando se decide por y para los demás los intereses personales deben desaparecer, cosa que no hacen los poderosos de verdad que lo que hacen es que prevalezcan sus intereses y que a la ciudadanía le apliquen l’article 26.

Tener poder porque crees que tienes algo que aportar y que tienes la capacidad de mejorar la vida de las personas es loable, incluso admirable, pues yo no sería capaz pero tener poder para tener poder e ir incrementándolo para ejércelo per se y que el único beneficiado es el que lo ostenta me parece de una soez vergonzosa y solo sería capaz de articular esa hermosa frase que no voy a citar ni autor ni circunstancia y que escribo en negrita deliberadamente pues así deseo que se publique. Señor, aparta de mi ese Cáliz.

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