Quienes me conocen saben que hay dos palabras que aborrezco en cualquier discurso político referido a promoción turística: “desestacionalizar” y “diversificar”. La primera se utilizo hasta la saciedad hace ya una década, y la segunda ha venido a sustituirla en un verdadero alarde de poca creatividad por parte de quienes gestionan la promoción de nuestras Islas. No es extraño que ello sea así, porque siempre son los mismos, con ideas de “copia y pega”.
Que los discursos continúen siendo el de “ya no vamos a promocionar sol y playa” sorprende porque creíamos que eso ya lo habíamos decidido hacía muchos años después de comprobar con pruebas harto evidentes, que los turistas de sol y playa vienen solos a estas Islas aunque no nos gastemos ni un euro en su promoción desde esa vertiente. Por ello todo lo que sea perder el tiempo recordando cosas de perogrullo me parece un dispendio inadmisible a estas alturas del dinero público.
Hablar de turismo no debería ser sólo hablar de cuál es nuestra oferta turística sino también de cuáles son los problemas que genera la masificación y el agotamiento de los recursos naturales. Parte de ese dinero de la tasa turística debería invertirse en campañas para impedir las salvajadas que sufren nuestras zonas costeras y nuestra Serra de Tramuntana cuando el incivismo campa a sus anchas porque los hay que se creen que pagar un viaje concede un derecho de pernada con el País o la ciudad de destino.
En nuestras campañas turísticas promocionales debería incluirse un recordatorio dirigido a quienes nos visitan y a quienes ya residimos aquí ,recordando que los recursos naturales no son ilimitados y que su preservación es responsabilidad de todos. Quizás sería pedagógico explicarle a quienes pagan la tasa turística que inversiones se han realizado para regenerar o preservar el medio y los recursos expuestos a la presión del turismo de masa. También sería loable agradecerles su colaboración a fin de generar la connivencia necesaria para implicarlos en este proyecto.
Esto sería loable sin duda, si los proyectos a los que se destina el dinero de la tasa turística realmente tuvieran como fin principal recuperar y/o proteger los recursos más castigados. Es evidente no obstante que no es así porque el dinero de la tasa turística se reparte (como las cartas de una baraja), a los distintos comensales de la mesa que quieren jugar la partida, sepan o no sepan jugar y tengan o no tengan algo que apostar u ofrecer a cambio. No son los intereses generales y de preservación del medio ambiente los que ordenan el reparto sino otros intereses más sibilinos, particulares e interesados. Es por ello que tampoco estamos por la labor de poder presumir delante de los turistas que nos visitan dándoles las gracias por su contribución a algunos proyectos que, en realidad, nadie sabe exactamente para que van a servir.





