España y Baleares exhiben cifras que deberían ser motivo de orgullo: desempleo en mínimos históricos, récord tras récord en número de turistas y gasto turístico, crecimiento económico sólido. Sin embargo, tras estas satisfactorias cifras macroeconómicas, hay una realidad mucho más triste y penosa: trabajadores que pese a tener empleo a jornada completa, no llegan a fin de mes.
Son demasiadas las personas que se ven obligados a hacer cola en comedores sociales para poder alimentarse y proveerse de comestibles para sus familias. Lo relatado por mallorcadiario.com sobre las “colas del hambre” en Palma es un síntoma de que la pobreza laboral es mucho más común de lo admisible.
Que haya empleo no es suficiente si ese empleo no garantiza condiciones dignas para vivir. Que la economía crezca con fuerza no perdona que la vivienda cueste tanto que absorba gran parte de los salarios dejando para lo demás poco o nada.
Son demasiadas las personas que se ven obligados a hacer cola en comedores sociales para poder alimentarse y proveerse de comestibles para sus familias.
El Estado, las instituciones, los partidos, tienen responsabilidad. Hay un contraste intolerable entre estadísticas macro que se celebran y vidas micro que se las ven y se las desean para tener sus necesidades básicas cubiertas.
No basta con que los indicadores macroeconómicos sean positivos. Lo que cuenta es trasladarlos a la generalidad de la población, de forma que su vida mejore notablemente. De no hacerlo, el progreso será solo para unos, y la exclusión social se abrirá camino.
Al respecto corresponde sugerir a las distintas administraciones que las entidades que gestionan los comedores sociales, como Tardor, sientan su respaldo y ayuda económica para seguir prestando su servicio.
Además, se impone la revisión de determinadas condiciones de acceso a ayudas sociales, como por ejemplo el límite de 900 euros de alquiler, un tope que en Baleares resulta absolutamente ficticio e irreal.
Las ayudas sociales y la realidad no pueden ir separadas, cada una por su lado. La realidad cotidiana debe ser la que module el paraguas social que proporciona la Administración a los ciudadanos más desfavorecidos.





