La legislatura está acabando y el conseller de Movilidad, que tiene más ganas de salir en los telediarios que Leire Pajín, hace balance. Y nos vende que las cosas han ido bien, que hay un 15 por ciento más viajeros en el transporte público que antes y, con eso, se da por satisfecho. En primer lugar, hay que decir que es verdad que se han hecho cosas. Es cierto que ha mejorado la flota de autobuses en la part forana, que las frecuencias son muchísimo mejores que antes y que, en general, hay una política de transportes por bus, más o menos presentable. Pero, pese a ello, hay una caída en el número total de pasajeros por bus en el periodo que el conseller analiza. En segundo lugar, hay que añadir que sólo faltaba que no se hubiera hecho esto, porque Baleares estaba peor que muchos países del tercer mundo en lo que hace al transporte público. Hoy no destacamos, pero al menos hay algo. En tercer lugar, el incremento de viajeros se basa sobre todo en el número exiguo de pasajeros del Metro. Y ese incremento es presentado sin el dato fundamental: el coste. Hay que decir que Serveis Ferroviaris, la empresa que depende de él, ingresa unos 7 millones de euros anuales y gasta unos 48. Sin contar las inversiones y tampoco las pérdidas de explotación que va a generar el tren-tram de Manacor, hoy la relación es que SFM gasta siete veces más de lo que ingresa. Un político debe considerar la relación entre beneficios y costes. Claro que si la EMT fuera totalmente gratis habría más pasajeros en Palma, claro que si hiciéramos un metro entre Pollença y el Port habría pasajeros, pero ¿tiene sentido económico hacer estas inversiones?





