Yo sí veré Eurovisión

Hace años que dejé, no solo de ver Eurovisión, sino cualquier programación de TVE. El festival dejó de interesarme cuando el espectáculo pasó a convertirse en el escaparate de una modernidad de gusto discutible. A partir de entonces me sentí totalmente ajeno al reparto de puntos, pues no tenía ningún interés en que ganara el representante de mi país. El hecho de pensar que una hipotética victoria nacional haría que las emisoras de radio repitieran sin parar su canción casi me producía urticaria.

A las cadenas de TVE las fui dejando a medida que se iban transformando en la casa de los periodistas y artistas dóciles, encargados de transmitir machaconamente un único mensaje político. Durante el encierro obligatorio —e inconstitucional— del COVID, los telediarios se me hicieron definitivamente insoportables. El abandono completo de la cadena se produjo poco después, cuando tanto los documentales como los programas de entretenimiento comenzaron a ser elegidos con idéntico criterio partidista, alejados de la pluralidad que debería caracterizar a un medio público sostenido por todos.

Pero no es la única cadena de TV que no sigo; de hecho, no sigo ninguna de las que se transmiten por antena. Soy de los que recibieron las retransmisiones por internet como una bocanada de aire fresco. Como cuando mi padre, en tiempos de la dictadura, me enseñó a utilizar la onda corta para escuchar la BBC o Radio París Internacional. Aquella mezcla de curiosidad infantil y libertad informativa se convirtió en un hábito que nunca he perdido: buscar otras voces, otros enfoques, otras ventanas que no estén vigiladas ni dirigidas desde un único despacho.

Precisamente por todo eso, este próximo 2026 sí tengo intención de seguir el festival musical, aunque solo sea como acto de protesta. La decisión de RTVE de retirarse de Eurovisión no es en absoluto inocente. En realidad, responde a una presión política muy concreta: la de un Gobierno que ha asumido sin matices los postulados del movimiento antiisraelí más extremo y que, en su deriva, está dispuesto a sacrificar incluso la presencia cultural de España en Europa con tal de enviar un mensaje ideológico.

No hace falta ser un gran analista para comprender que la retirada coincide plenamente con el clima antisemita que se ha ido normalizando desde las instituciones progubernamentales en los últimos años. Señalar a Israel sistemáticamente, responsabilizarlo de todo conflicto internacional y castigar cualquier participación suya en foros culturales o deportivos forma parte de un patrón que ya no puede ignorarse. Y, aunque se disfrace, la realidad es que RTVE ha ejecutado una postura profundamente sectaria que castiga a millones de espectadores-contribuyentes solo para sumarse al linchamiento simbólico contra un país concreto.

Por eso veré Eurovisión. Lo haré a través del canal oficial de YouTube de la UER o mediante la emisión online de cadenas como la RAI italiana o la SVT sueca, si es necesario sorteando bloqueos o restricciones absurdas. Porque no pienso permitir que una televisión pública —que pagamos entre todos— renuncie a integrar a España en una celebración europea únicamente para satisfacer la obsesión ideológica del Gobierno, una obsesión que en este caso tiene un evidente componente antisemita que debe ser denunciado sin ambigüedades.

Sí sentí indignación y repugnancia cuando hace unos días la Obra Cultural Balear canceló la conferencia de la doctora Laura Miró sobre temas históricos relacionados con el fenómeno xueta, mucha más siento cuando quien alza esa bandera es una institución tan poderosa como TVE.

Convertirme en telespectador del próximo Eurovisión será mi modestísimo acto de protesta: ver un festival que mi propio país ha decidido boicotear y censurar por motivos ideológicos que nada tienen que ver ni con la música ni con el servicio público. Frente a quienes pretenden esconder su prejuicio bajo decisiones culturales, mi respuesta será sencilla: no colaborar con ese sesgo, no justificarlo y señalarlo allí donde aparezca.

El antisemitismo, aunque venga disfrazado de gesto político, sigue siendo antisemitismo. Y cuando se cuela en las instituciones públicas, la obligación democrática es denunciarlo. Por eso, este año, Eurovisión será para mí mucho más que una gala musical: será una forma de defender la libertad cultural frente al sectarismo y de decir, aunque sea a través de una pantalla extranjera, que hay límites que un gobierno no debería cruzar y que una sociedad libre

 

Suscríbase aquí gratis a nuestro boletín diario. Síganos en X, Facebook, Instagram y TikTok.
Toda la actualidad de Mallorca en mallorcadiario.com.

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más Noticias