El acuerdo alcanzado en Bruselas sobre las posibilidades de pesca para 2026 deja una conclusión inequívoca para el Mediterráneo: 143 días de actividad suponen un logro rotundo frente al escenario inicial que amenazaba con asfixiar al sector. Pasar de propuestas que rozaban la inviabilidad —apenas unas jornadas de faena— a un marco estable y razonable, es una buena noticia para los pescadores de Baleares y para la sostenibilidad de nuestro mar.
No se trata solo de sumar días en el calendario. 143 días de pesca permiten planificar la temporada, asegurar ingresos, mantener empleo y preservar un tejido productivo que es parte esencial de la identidad mediterránea.
El resultado de la negociación demuestra que es posible compatibilizar actividad económica y preservación de los recursos pesqueros. El Mediterráneo no puede ni debe gestionarse como otros caladeros europeos con dinámicas biológicas y flotas distintas.
143 días de pesca permiten planificar la temporada, asegurar ingresos, mantener empleo y preservar un tejido productivo que es parte esencial de la identidad mediterránea.
El resultado cobra aún más valor si se recuerda el punto de partida. La Comisión Europea llegó a plantear recortes que habrían condenado a muchas embarcaciones al amarre definitivo y a la desaparición. Ante semejante perspectiva, España y los países ribereños lograron imponer una visión realista, apoyada en el esfuerzo ya realizado por el sector en selectividad, control y reducción de impactos. No hay barra libre, pero sí un marco viable.
Además, el acuerdo refuerza un mensaje clave: la pesca sostenible no se construye a golpe de tijera, sino con reglas estables, corresponsabilidad y tiempo para que las medidas den resultados. El Mediterráneo necesita continuidad, no bandazos.
Mientras otras flotas, como las del Cantábrico y el Atlántico, sufrirán recortes severos que merecen una reflexión específica, el Mediterráneo puede mirar a 2026 con moderado optimismo. No es una victoria absoluta, pero sí una buena noticia. Y, sobre todo, una prueba de que negociar importa cuando está en juego el futuro del mar y de quienes viven de él.
