No serían unas medidas de éxito entre los cánones estéticos que están de moda en nuestra sociedad. 90-90-90, son los indicadores elegidos por las autoridades sanitarias de la ONU, adoptados por las autoridades nacionales para contribuir a fin de la epidemia de sida.
Un ambicioso objetivo de tratamiento destinado a noquear una de las enfermedades adquiridas más dañinas de las que nos rodean. Un programa que se compromete con los casi 40 millones de personas que han muerto a causa de esta enfermedad para que la cifra no siga creciendo.
Un anhelado proyecto que quiere acabar con la epidemia de sida y que integrara esfuerzos en materia de salud y desarrollo para conseguir una colaboración multisectorial. Acabar con la epidemia no será un objetivo sencillo, pero el primero pasa por tratar a los infectados por el VIH que lo necesiten. Y en ello está la ONU.
Los anteriores objetivos en materia de sida buscaban conseguir un incremento gradual en la respuesta al tratamiento. La meta después de 2015 es nada menos que el fin de la epidemia de sida para el año 2030.
A escala mundial, las partes interesadas se han reunido en intensas negociaciones que implican a la sociedad civil, a los investigadores, a los laboratorios y todos los interlocutores clave.
Ahora, un fuerte impulso está llevando a reescribir el tratamiento del VIH y a considerar un objetivo final ambicioso pero alcanzable:
Que en 2020 el 90% de las personas que viven con el VIH conozcan su estado serológico respecto al VIH.
Que en 2020 el 90% de las personas diagnosticadas con el VIH reciban terapia antirretrovírica continuada.
Que en 2020 el 90% de las personas que reciben terapia antirretrovírica tengan supresión viral.
En nuestro país y en nuestra comunidad, cumplimos con solvencia que las personas diagnosticadas reciban tratamiento y que las tratadas consigan suprimir la presencia del virus en la sangre y fluidos biológicos. Estamos a un pequeño peldaño de que los portadores conozcan su estado serológico. Vaya si los conseguiremos.