Alianza catalana es un partido independentista, pero no es woke. No forma parte del “Oasis catalán”. Efectivamente, el sistema social catalán, que tanta influencia ha ejercido sobre algunos sectores baleares, se ha nucleado en torno a partidos que han compartido unas mismas redes clientelares. Tejiendo, desde los tiempos de Pujol, una malla de relaciones, muchas veces familiares, que les permite controlar no sólo la práctica totalidad de las instituciones de la comunidad, sino también, las ONG’s, organizaciones deportivas, cámaras de comercio, clubs sociales, diarios, radios, entidades culturales y excursionistas, productoras de tv, universidades, empresas concesionarias, etc. Es por eso que sus vástagos siempre encuentran colocaciones de buen nivel.
Convergencia, y sus herederos, el PSC, Esquerra, y otros, en mayor o menor medida, se han apoyado en un discurso buenista-indigenista-nacionalista de tipo woke, acompañado del correspondiente victimismo. Lo que les permite mantener alianzas y objetivos. Por supuesto, cada uno elabora sus discursos con los elementos diferenciales suficientes para agradar a sus parroquias, pero comparten lo fundamental: el Oasis catalán.
El Pacte del Tinell, -aun subliminalmente vigente-, constituye la capa externa que envuelve al conjunto. De esta forma, las redes clientelares se mantienen incluso aunque se cambie de gobierno. Las mallas sociales del régimen permanecen. No hay circulación de las élites, aunque sí, una constante ampliación de las mismas en la medida que lo permite el aumento de recursos.
Por supuesto, y a pesar del discurso nacionalista-inclusivo, una buena parte de la población no alcanza el sentimiento de formar parte de la malla. De hecho, están claramente excluidos. Son los que, hasta ahora, han votado abiertamente constitucionalistas. Partidos que tienen en común principalmente el estar excluidos del Oasis.
Ahora Alianza Catalana presenta la novedad de hacer un discurso furiosamente anti-woke y, al mismo tiempo, radicalmente independentista. Además, su independentismo no es victimista. Lo cual, a la vez que le excluye del Oasis, le permite pescar votos entre los votantes más dogmáticos del nacionalismo tradicional. Sin duda, todo esto trastoca el tablero de juego y, de paso, todas las simetrías hasta ahora conocidas.
En la comunidad autónoma de los “cinturones sanitarios” ya hay quien se muestra firmemente partidarios de establecer uno nuevo, en un intento desesperado de frenar su avance. También se le acusa de ser una invención de las cloacas españolistas. Pues, no son pocos, los cuadros intermedios de los distintos partidos del régimen que se sienten tentados por el vitriólico discurso de la enérgica alcaldesa de Ripoll.
La realidad es que el auge de la Alianza no es otra cosa que el fracaso estrepitoso del Oasis. Pues su wokismo, unido al independentismo supremacista, les ha llevado a menospreciar la gestión de asuntos más relevantes para la población, tales como la inmigración irregular, el apoyo a las familias, el poner fin a la interminable creación de chiringuitos públicos, a la instrumentalización del sistema educativo, la falta de mantenimiento y renovación de las infraestructuras, el aumento de la precariedad, a la dificultad de acceso a la vivienda, a la carestía de la cesta básica, etc. Lo han hecho, además, mediante la construcción de narrativas que, con el tiempo, no sólo quedan desenmascaradas, sino que incluso cada vez, con más frecuencia, son percibidas como dañinas.
En mi opinión, Alianza Catalana no es sino el resultado natural de los elementos centrífugos presentes en la estructura fundamental de nuestra arquitectura política. La legislación electoral, y la dinámica desarrollada en materia de financiación autonómica, constituyen sus principales pilares, aunque también hay otros. Así, a Silvia Orriols le votarán tanto los desengañados del “procés” como los desengañados del wokismo, quienes cada vez son más.
El secesionismo y el wokismo catalán han sido los grandes apoyos de Pedro Sánchez, o si se prefiere el motivo más importante de la derrota del PP. Por lo que me inclinó a pensar que, ante este nuevo panorama, el presidente debe de estar barajando, muy seriamente, adelantar tanto las elecciones nacionales como las catalanas para hacerlas coincidir en la misma jornada. Esa será su “bala de plata”, ¡Mucho cuidado con ella!





