Amazon no es la tabla de salvación del pequeño comercio

La reciente entrevista a Ruth Díaz, CEO de Amazon España, publicada en El Mundo,  transmite un mensaje optimista, Amazon afirma que “no mata al comercio  tradicional” y que “su éxito depende de que a las pymes les vaya bien”. Sobre el  papel suena bien, pero la realidad que viven muchos comerciantes que han  intentado vender en la plataforma dista mucho de ese relato. 

Amazon ha crecido en nuestro país, de 30 empleados en 2011 a más de 28.000 hoy,  con inversiones multimillonarias en logística y tecnología. El gigante presume de  que, según sus propios datos, el 60% de sus ventas en España provienen de pymes,  y de que ofrece programas de formación y herramientas digitales para impulsar la  competitividad. 

Sin embargo, basta con hablar con pequeños empresarios que han probado suerte  en la plataforma para descubrir la otra cara de la moneda. Vender en Amazon no es  gratis, además de las comisiones, los vendedores deben pagar servicios  adicionales para tener visibilidad real. Si no lo hacen, sus productos quedan  relegados a posiciones casi invisibles, mientras que los propios productos de  Amazon, o los de quienes pagan por servicios Premium como FBA, ni siquiera esos  aparecen sistemáticamente en primer plano. 

Esto genera una paradoja, el comerciante que entra en Amazon creyendo que abre  la puerta a un mercado global acaba atrapado en una dinámica de costes  crecientes, devoluciones difíciles de gestionar y márgenes cada vez más estrechos.  Muchos terminan renunciando tras perder tiempo, dinero y, lo más grave, clientes.  Lo que nunca se dice en estas entrevistas es cuántas pymes han dejado de vender  en la plataforma después de comprobar que el modelo no les era rentable.

El problema surge cuando se transmite la idea de que su éxito y el del pequeño  comercio son automáticamente compatibles. No es así. La experiencia demuestra  que competir en un escaparate digital controlado por un solo operador, donde la  visibilidad depende de algoritmos opacos y políticas cambiantes, es  extremadamente complejo para los negocios familiares.

El comercio local necesita herramientas digitales, pero también reglas de juego  justas, transparentes y que no les obliguen a pagar peajes constantes para no  quedar invisibles. Y necesita, sobre todo, que no se le haga creer que basta con  “estar en Amazon” para garantizar su futuro.

El verdadero reto no es digitalizarse “a la manera de Amazon”, sino encontrar  fórmulas que permitan a nuestras pymes mantener su identidad, diferenciarse y  competir en igualdad de condiciones. De lo contrario, el riesgo es que el gigante se  quede con casi todo, mientras muchos pequeños quedan en el camino. La  digitalización no puede confundirse con depender de un único operador. Si un algoritmo cambia, todo el esfuerzo de años puede desaparecer en horas. Amazon  funciona como un gran centro comercial digital donde el inquilino nunca deja de  pagar alquiler.

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