Aniversario

Hoy, trece de noviembre del 2023, lunes —momento en que escribo este papel— cumplo setenta y tres tacos, que ya no son abriles sino contrapesas, fardos de material vejestorio y caducidad.

En tal día como hoy, en 1950, también lunes, asesinaban al presidente de la Junta Militar Venezolana; Inglaterra se oponía a la creación de un ejército europeo; un avión canadiense se estrellaba en los Alpes: 57 muertos; Gran Bretaña enviaba un embajador a Madrid; la duquesa de Valencia quedaba herida en un accidente de automóvil; crecía el descontento contra Tito por las dificultades económicas de Yugoslavia; el Alcoyano perdía contra el deportivo de La Coruña por uno a cero; el rey del Nepal huía del país.

Hoy, siete décadas y tres años después: un “Barça” muy gris remonta contra el Alabés (2 a 1); el hospital más importante de la franja de Gaza, en Israel, colapsado por las fuerzas judías; la viuda de Berlusconi vuelve al trabajo; en Alemania asan y comen diez millones de ocas en Navidad; muere la farmacéutica Carme Seguí Sala; el PP moviliza centenares de miles de personas contra la amnistía.

De entre todas estas noticias actuales, destaca la última mencionada: la propuesta de ley sobre la amnistía a los represaliados imputados y condenados por el llamado “procés” de Catalunya desde 2012 hasta la actualidad. Esta proposición de ley que se acaba de depositar en el Congreso de los Diputados, hoy mismo, hace unos minutos, ha sido pactada por siete grupos parlamentarios liderados por el Partido Socialista que presenta a su candidato pedro Sánchez a la sesión de investidura para la presidencia del Gobierno, después de las elecciones generales de Julio pasado.

De entrada, hay que aclarar una cuestión que de tan obvia es inexplicable que pueda ser discutida: en las elecciones generales no se vota, directamente a ningún candidato de ningún partido. Se votan programas presentados por los grupos políticos. No son unos comicios presidenciales, sino que, vistos los resultados electorales, es el Congreso de los Diputados (continente de la soberanía popular de los españoles) quien, a través de pactos de investidura o de legislatura, alcanza una mayoría necesaria para formar gobierno. Esto funciona así. Por lo tanto, cabe destacar y asegurar que no tiene nada que ver a los ganadores numéricos (en votos) en las urnas con el hecho de conseguir el éxito entre los diputados, insisto, auténticos valedores de la formación de un nuevo gobierno.

Hace muy poco, unos cuantos meses, en las elecciones municipales, concretamente en Barcelona, la formación Junts per Catalunya “ganó”, en votos dicha contienda. Pues bien: finalmente, la opción socialista, menos votada, se hizo con la alcaldía gracias a... sí, señores, a los votos del Partido Popular. Es decir, critican y “gritan” ahora (incluso abogando por denominar gobierno ilegítimo al socialista) por una cuestión política que ellos han practicado en diversas ocasiones. Ustedes me perdonarán, pero esta jugada no es de recibo.

Por otro lado, la política habitual del PP enfocada hacia Catalunya ha sido —desde tiempos inmemoriales— absolutamente contraria a las necesidades de esta llamémosla “comunidad autónoma”. Su actitud, la de los populares, ha sido —desde los tiempos de su antecesora Alianza Popular— la de fomentar la catalanofobia por todos los rincones de España. Recuerden, sino, el medio millón de firmas contra el Estatut de Catalunya (Estatut cepillado en las Cortes Generales y en el Tribunal Constitucional) que dio origen al inicio de todo el problema catalán; junto con la negativa, también de Rajoy, a cualquier planteamiento serio sobre el posible “pacto fiscal”. Por cierto, algunos de los capítulos eliminados y recortados de dicho proyecto de Estatut fueron, poco tiempo después, aprobados por los tribunales para otros estatutos tales como Valencia o Andalucia: exactamente los mismos rechazados para Catalunya.

Para refrescar la memoria, también cabe recordar el llamado “Pato del “Majéstic” donde la entonces “Convergéncia” prestó (pactó) sus votos al señor Aznar (hoy revolucionario contra la amnistía) a cambio de ventajas para Catalunya, de tamaña importancia como la substitución de la policía nacional y la guardia civil en materia de tráfico y muchas otras concesiones, como la eliminación de las provincias y los gobiernos civiles.

El PP va, descaradamente, en “contra” de Catalunya y los catalanes. Deberían saber que muy poca gente les quiere en Catalunya y por eso les votan con cuentagotas y su representación en el pParlament es más bien escasa, por no decir exigua. Y, deberían saber que sin Catalunya no van a obtener la gobernabilidad del Estado.

Ya no hablemos del tema de la lengua que, junto a la casi desaparecida Ciudadanos y ahora, ferozmente con Vox, han actuado (están actuando) de manera harto vergonzosa, rechazando la cultura autóctona y poniendo todas las trabas posible al sistema de enseñanza de la inmersión lingüística, sistema que ha conseguido que no existan guetos por la separación idiomática y que esta sea una decisión absolutamente aprobada por una enorme, inmensa mayoría del pueblo catalán. Aun así, estos “reyes del bilingüísmo” (que sólo utilizan una lengua, el castellano) conocen perfectamente que el catalán es un idioma que peligra y que se encuentra en inferioridad de condiciones; y si no que viajen en metro y lo podrán observar detenidamente.

En fin, ahora mismo, atizando y avivando el anticatalanismo (en este caso con la excusa de la amnistía) no hacen otra cosa que incendiar al resto de España e iniciar un conflicto (que puede llegar a ser hasta peligroso) de manera inconsciente, arbitraria y expuesta a múltiples pasiones irrefrenables.

Así están las cosas cuando un servidor va cumpliendo años como quien no quiere la cosa.

Muchas gracias por sus felicitaciones, amables lectores.

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