A veces resulta importante hacer memoria para analizar la actualidad. Rondarán los quince, o, incluso, algún año más, cuando en la investigación de una causa se registró un despacho de abogados del Paseo Mallorca de Palma. Inexplicablemente, o quizás se puede explicar por una filtración, la prensa llegó antes que el Fiscal Carrau y la policía al lugar a registrar. Recuerdo perfectamente la imagen del Fiscal al frente de un grupo de policías en una imagen muy de la película de los Intocables de Elliot Ness. Se había creado una sección de la fiscalía en la que parecían efectivamente intocables.
Los apellidos Carrau, Horrach y Subirán se convirtieron en habituales en la prensa local, llegando alguno de ellos a hacer portada en una revista del corazón glamurosa, absolutamente fuera de lugar, a mi entender, humilde por supuesto, y, además, me importa un pepino donde pose.
Parece ser que todo empezó en una cena entre el Conseller Manera y el intocable, a la sazón aún Fiscal, Horrach, en Puerto Portals. Algo debió haber, pues los comensales quitaron importancia a dicho encuentro y eso es inevitablemente indicativo de que no se nos contaba la verdad.
Ese trío de profesionales que en su momento fueron, junto con otro apellido que sonó a nivel nacional, Castro, dan para una novela del Magistrado Carofligio, uno de los mejores autores de noir que he leído. El primero en dar la nota fue el señor Horrach, que en un ejercicio de funambulismo, y casi quitándonos el trabajo a los Abogados, mediante unos tirabuzones y tres saltos mortales que rozaban el intrusismo, se convirtió en firme defensor de la hija del Emérito. Nunca un Fiscal ha defendido mejor a una imputada.
Los intocables ya empezaban a ser humanos y no semidioses, y la penúltima la protagonizó un señor que se declara enfermo, pero que para obtener el permiso de armas se debió declarar cuerdo. Yo he visto el pistolón; lo llevaba en la cintura al estilo Mac Cloud, los más viejos saben de quien les hablo. Podría, si me esforzase en buscar agendas de años pretéritos, decirles la fecha exacta, pero eso da igual. La vi. La llevaba al cinto.
Estos tres profesionales de la acusación, a mi entender, han errado en dos cosas: en hacer daño a mucha gente de forma gratuita, y en no haber sido capaces de demostrar ningún cohecho a Jaume Matas. Hablando en Román paladino, no han sido capaces de demostrar que Matas robó o recibió sobornos pese a tener todo el mecanismo del Estado a su disposición y mediante una instrucción que alcanzó, creo recordar, la treintena de piezas separadas, que no guardaban relación entre sí. Imagino que aún deben soñar sobre eso. Una gran derrota.
Realmente, no les quería hablar de lo que antecede. El pasado viernes, el único de los tres que aún luce puñetas, el Fiscal Carrau, tuvo que tumbar el rey. Retiró la acusación contra el señor Cursach y otros por no disponer de elementos probatorios mínimos. Estoy seguro de que le ha costado tomar esa decisión, pero de lo que no hay duda es de que hubiese sido más difícil elevar a definitivas las acusaciones y ampararlas en un informe final digno, minimamente. Realmente, no es problema suyo, pues quien instruyó fue el incapacitado Subirán. Lo que pasa es que siempre se ha dicho que el jefe de anticorrupción era el señor Carrau, y entonces, de toda la instrucción de los señores Subirán y Penalva, no se enteró de nada. Quizás algo de responsabilidad in vigilando…
Durante todos esos años, los éxitos de los tres citados se basaban en la delación. Un imputado era persuadido, o se le hacía una petición tan desproporcionada que a todas luces prefería quitarse de en medio y señalar al que al final se pretendía cortar la cabellera. Si las paredes de la biblioteca del edificio de la fiscalía hablasen, quizás nos divertiríamos, o no, pese a ser un edificio público. Había mano ancha para fumar, y entre la escasez de luz natural del habitáculo y el humo de tabaco que se consumía de forma continuada, todo el escenario se convertía en blanco y negro; y uno, ahí sentando, pasando un mal rato, solo rezaba para que no entrasen los grises, pues el tono, la sudoración, el ambiente nos retrotraía a los setenta.
Yo he estado sentado alguna vez que otra y podría detallar la escena, hasta el punto de que, a cambio de una delación, a un Letrado le garantizaron la inmunidad absoluta o que se atuviera a las consecuencias. Pero claro, no todo el mundo es igual; algunos respetan el secreto profesional y no aceptan propuestas indecentes para un Letrado.
Al caer el rey, la defensa de los señores Subirán y Penalva se complica, pues se acredita que todos los encausados que fueron a prisión preventiva lo fueron irregularmente, fruto del capricho de dichos señores; resoluciones que además siempre fueron confirmadas por la Audiencia. ¡Qué extraño!
Lo que se ha conseguido con eso es blindar para toda la vida al señor Cursach, incluso de un mero accidente de tráfico en el que haya una mera rozadura.
Uno de los pasajes que me parecen más hermosos de los Evangelios es el sermón de la montaña. En dicha escena, Jesús se dirige a sus seguidores y les relata las bienaventuranzas, y una de ellas, la octava, dice: BIENAVENTURADOS LOS PERSEGUIDOS POR CAUSA DE LA JUSTICIA, PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS.
El ilustre Abogado don José Ignacio Herrero Cereceda, del que me honro con su amistad, fue perseguido por razón de la Justicia, ejerció el derecho de defensa hasta límites inimaginables, y eso le supuso una multa que espero que la reintegre de su bolsillo quien se la impuso, entre la misa diaria y el rosario.
Este artículo no es más que un homenaje a mi amigo bienaventurado, porque creyó en la Justicia y defendió a su cliente más allá de lo que debía, más allá de lo razonable, y con riesgo grave de su salud. Naturalmente, no le llegarán jamás una revisión de la sanción ni una simple disculpa telefónica.
También va desde aquí mi homenaje a una persona injustamente imputada en esta causa y que me confió su defensa. Su imputación no fue más que un capricho de la fiscalía del caso Cursach. Ahora, habrá visto con satisfacción cómo ha reculado la acusación pública. Mi homenaje sentido para una de las mejores personas que conozco. Se limita a hacer el bien allá donde va.
Y, ¿saben?, para acabar, en la sección de peticiones del oyente, debo decirles que aún hay esperanza. La hija de una amiga muy querida (está en edad escolar) está pasando por un mal momento de salud, y la madre me ha pedido, y yo lo transmito, el profundo agradecimiento que tiene esta familia con el equipo directivo del Colegio Santa María, que se han desvivido por la alumna. Si la madre, persona de criterio a la que respeto mucho, me pide este agradecimiento, en nombre de la familia, de los amigos de la familia, y en el mío propio nos adherimos al agradecimiento. Estos gestos nos hacen reconciliar con la humanidad. Aún quedan personas buenas.





