Cagadas de perro

Vivo cerca del Pueblo Español, en Son Espanyolet, una zona de calles estrechas y casas bajas tradicionales, con algún edificio moderno en los solares que quedaban libres detrás del revoltijo de imitaciones de construcciones supuestamente emblemáticas de diversos lugares de España, que conforman el mencionado (falso) pueblo. El sábado por la mañana, como cada semana, mi esposa y yo fuimos a comprar al mercado de Santa Catalina. Mientras mi mujer sacaba el coche del garaje, yo bajé a pie con un par de bolsas de residuos reciclables para depositarlos en los correspondientes contenedores.

Nada más salir a la calle me topé con unos hermosos cagajones de perro, bastante frescos, que no pisé de milagro. A continuación me encontré la acera ocupada por un coche, lo que me obligó a realizar una maniobra de rodeo, cargado como iba. En mi calle, como en muchas del barrio, solo se puede aparcar en una de las aceras, en mi caso en la de enfrente de mi vivienda, pero muchas veces la que debe estar libre se encuentra invadida en su totalidad por vehículos (indebidamente) aparcados, lo que obliga a los viandantes a bajar a la calzada de circulación de coches y sortear el obstáculo, o cruzar a la otra acera, con el consiguiente riesgo, especialmente para las personas mayores, aquellas con problemas de movilidad, que van en silla de ruedas, o los que llevan cochecitos infantiles o niños de la mano, o que van cargados con bultos, maletas, bolsas, etc.

Al llegar a los contenedores, el suelo alrededor de los mismos estaba, como siempre, lleno de desperdicios, residuos y restos, dejados por los ciudadanos o caídos de los contenedores, ya sea porque están demasiado llenos o porque caen en el momento de recogida por los camiones de Emaya. Tuve suerte y los contenedores estaban semivacíos, así que pude depositar mis residuos sin problemas. Al ir a encontrarme con mi mujer tuve que ayudar a cruzar la calle a una vecina que tiene que caminar con dos muletas por serios problemas de estabilidad, ya que la zona de acera rebajada para favorecer que los peatones puedan cruzar la calle estaba bloqueada por un automóvil aparcado y para ella es toda una odisea bajar a la calzada desde el bordillo no achicado. En la calle siguiente me encontré con unos andamios que bloqueaban el paso por la acera a lo largo de más de 20 metros, obligando de nuevo a bajar a la calzada.

Al llegar al mercado la circulación rodada por la calle Aníbal estaba obstruida por un camión de Emaya que vaciaba uno de los contenedores de residuos ¡a las once de la mañana de un sábado!. La cola de coches llegó hasta la Avenida Argentina.

Todos estos hechos no son esporádicos sino que, por desgracia, son habituales, en realidad persistentes, y condicionan la vida cotidiana de los vecinos del barrio. Suciedad en las calles, incluyendo cagaradas de perro, porquería alrededor de los contenedores de residuos, coches aparcados y andamios ocupando las aceras, vehículos bloqueando los pasos para peatones con los bordillos rebajados, aunque no están señalizados, incluso en las calles con ORA están incluidos en la señalización con pintura azul, esto es, se amenguan las aceras para favorecer la movilidad y luego se señaliza como zona de aparcamiento tarifado, supongo que para no perder unos metros de  espacio recaudatorio, aceras ocupadas por vehículos o por andamios, camiones de Emaya recogiendo residuos a las ocho y media de la mañana en días laborables, en el momento de máximo tráfico hacia los colegios, o a media mañana del sábado en la zona del mercado, creando un caos circulatorio, averías recurrentes en la red de suministro de agua que no parecen tener solución y que nos condenan a obras continuas, ruido, suciedad y calzadas bacheadas. Y todo ello con la ausencia sempiterna de la policía local.

Es cierto que algunos de estos problemas están causados por el incivismo de los propios vecinos, pero no es menos cierto que dicho incivismo se ve favorecido por la garantía de impunidad que supone la inexistencia de vigilancia por parte de la autoridad municipal. En otros casos, como el del atentado a los ciudadanos con problemas de movilidad reducida que suponen los coches aparcados en los pasos con aceras rebajadas, o automóviles y andamios ocupando las aceras, o los horarios disparatados de recogida de residuos reciclables, la responsabilidad es enteramente del equipo de gobierno del ayuntamiento. Me consta que la situación es similar en muchos barrios de Palma, especialmente en los periféricos tradicionales habitados por gente modesta.

Lo peor de todo es la sensación de abandono y de que a nuestro alcalde y a los ediles en el gobierno todo esto les importa una higa. En su momento les premiaremos adecuadamente.

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