Combate nulo, sin vencedores ni vencidos en el debate electoral en la televisión pública autonómica. Se habló más durante y sobre los preparativos, por la torpeza del Consolat de pretender imponer sus reglas, que en las horas posteriores a su desarrollo.
Pocas propuestas nuevas por parte de unos candidatos más preocupados en no salirse del guión que en convencer a los escasos electores que les estaban viendo: un 1,8% del electorado total a tenor de las cifras de audiencia ofrecidas para la televisión que nos cuesta 40 millones de euros a todos los ciudadanos de estas islas.
Utilizando el símil futbolístico, los candidatos y las candidatas a presidir esta Comunidad el 28 de mayo, aunque en realidad solo hay dos, acudieron al debate a no perder y el resultado fue un tostón de partido incluso para los leales televidentes a un producto electoral. Ninguno de los nueve fue capaz de elevarse por encima del resto, porque todos están atrapados por el resultadismo de las encuestas.
Armengol acudió obligada al debate, con poca energía y cero ganas de entrar en la pelea con los candidatos de la oposición, sobre todo con Marga Prohens. Por momentos pareció la moderadora. Su principal rival, la candidata del PP, intentó inundar de propuestas el debate, pero en este formato, es más efectivo simplificar el mensaje que inundarlo de medidas que no pueden explicarse en tan poco tiempo. Fue justo lo que hizo el candidato de VOX, Jorge Campos, al que le ayudó su posición junto a Armengol en el debate para erigirse jefe de la oposición por una noche.
Del resto de protagonistas, destacar las buenas maneras de Patricia Guasp con nulo impacto en las urnas, el punto soberbio de Josep Melià, quizás sabiéndose decisivo en la configuración de mayorías como apuntan muchas encuestas, la turismofobia de los candidatos de Més o las dificultades de la candidata de Unidas Podemos a ajustarse al formato y verbalizar sus propuestas. Mención aparte para la candidata de GentxFornentera, que aprovechó el escaparate para dar visibilidad a la menor de las Pitiusas.
Sorprendente también la poca apelación a Sánchez en el debate, sobre todo por parte del PP y de Vox, cuando es evidente que la figura del presidente resta al bloque de la izquierda y mucha gente votará en clave nacional en la cita electoral del 28 M.
La realidad es que estamos asistiendo a una de las campañas electorales más gris y aburrida que se recuerdan a nivel autonómico. El miedo a perder de unos y la incertidumbre sobre la victoria de los otros tiene a todos con el freno de mano puesto.
Se evidencia el desgaste de Armengol tras ocho años de escasa productividad para estas islas, pero también se echa en falta una alternativa más convencida y convincente. Es como si unos no se creyeran que pueden perder y otros tampoco acaben de creerse que tienen la victoria a su alcance.
El PSIB-PSOE ha querido plantear estas elecciones como un plebiscito a Armengol, sabedores de que la figura de la presidenta se eleva por encima de sus siglas y es su principal activo. Pretenden así compensar el derrumbe de Unidas Podemos y evitar que se pierda parte de ese voto morado en las elecciones de 2019. Armengol ha gobernado con socios siempre, pero en campaña no quiere saber nada de ellos porque le perjudican en su estrategia de aparecer como la única presidenta posible, aunque sabe que por sí sola nunca sumará. Otros que se necesitan son PP y VOX para consolidar el cambio, aunque a veces no lo parezca, circunstancia que confunde a parte de su electorado. Ambas formaciones estarán obligadas a entenderse si las urnas confirman lo que anuncian las encuestas. Y aun así, podría no bastarles para alcanzar la mayoría suficiente. Entonces entraría un actor más en liza, El PI, la formación heredera de la extinta Unió Mallorquina, que tendría la llave del Consolat, recuperando así la relevancia que tuvo en su día con Maria Antònia Munar al frente. Por eso, nadie se ve vencedor y nadie quiere verse perdedor. Los ciudadanos tienen la palabra el 28M, la cita electoral más incierta desde 2007 en nuestras islas.