El derecho a la vivienda es uno de los derechos humanos y en este país nos sobran deberes y nos faltan derechos. Otra carencia es la capacidad para sentir afecto, comprensión o solidaridad hacia las demás personas. Me remito a la estrenada película musical “Cerca de tu casa” del director Eduard Cortés y protagonizada por la cantante y compositora de la banda sonora, Silvia Pérez Cruz.
Hace un año aproximadamente, en el entorno incomparable de Raixa descubrí en directo, su luminosa voz, es de las que te remueve por dentro, llena de dulzura, poesía y belleza cautivadora. Era una noche, noche oscura del alma, en la que mi mente estaba absorta y mi corazón sumido en una profunda tristeza por un trágico suceso acontecido, de esos que nunca deberían ocurrir y que no tienen remedio. Quizás, el mestizaje musical y el sentimiento agolpado en mi pecho crearon un halo de cercanía y humanidad. También el film es un viaje emocional que nos transmite, apoyándose en la música, el drama provocado por los desahucios y la lucha por la dignidad de cada uno de los personajes.
Los políticos de los últimos gobiernos junto a las entidades bancarias y cajas de ahorro han sido los responsables directos de la creación y el crecimiento de la llamada burbuja inmobiliaria. Eran los tiempos de las “vacas gordas”, nos animaban y prestaban dinero hipotecario para poder comprar una casa o un piso por encima de nuestras posibilidades y así contraer una deuda casi perpetua que a ellos les beneficiaba. Sin embargo, llegó la crisis y cerraron el grifo de la leche aguada en temporada de vacas flacas. A partir de ahí, la palabra desahucio salió del diccionario para pasearse por nuestras calles y plazas y entrar en las viviendas como un atraco a mano armada, cuyo ladrón nos mostraba un rostro equivocado. Desde el año 2007 al 2015 se produjeron en España una media de 170 desahucios diarios por impagos hipotecarios, de alquiler o por ocupación. Recordemos la tragedia en Cas Català (Cerca de nuestra casa) en febrero del 2013, cuando una pareja sexagenaria se suicidó al recibir el aviso de desahucio de su domicilio por impago. Los bancos son los propietarios y se encargan de la venta y alquiler de esas casas, hoy vacías. Quienes las habitaron, también quedaron vacíos de manos y bolsillos.
El sistema español ha fracasado. Una posible solución, seguramente utópica, sería el modelo cooperativo de países democráticos como Noruega, Suecia y Dinamarca; donde los impuestos que se pagan son muy altos pero varían según la cantidad que ganan, es decir, quien más cobra, más paga. Los socios de una cooperativa tienen derecho a una vivienda de uso indefinido con un alquiler de precio reducido. En el año 2011, el País Vasco lanzó esta apuesta y el dictamen fue aprobado por unanimidad. La clave radica en la igualdad y el consenso - que aquí no conseguimos –. ¡A ver si a la tercera va la vencida!