Chernóbil

Después de algún tiempo de considerarlo sin acabar de llevarlo a la práctica, este año mi mujer y yo nos hemos decidido finalmente a dar el paso de acoger durante unas semanas en verano a un niño, o niña, de Ucrania o Bielorrusia, de las zonas afectadas por la radiactividad liberada por la catástrofe de la central nuclear de Chernóbil. A tal fin contactamos y nos hicimos socios de la Associació Per Ells, con sede en Sa Pobla, que lleva diez años consiguiendo que familias mallorquinas reciban en sus casas niños y niñas procedentes de aquellos parajes.

Estas estancias en nuestra tierra son para estos niños un auténtico bálsamo que ayuda a sus cuerpos a soltar una parte del lastre de radiación que acumulan y les permite olvidar durante unas semanas la dura situación que padecen en su vida diaria. También podemos facilitarles toda una serie de cuidados sanitarios a los que no tienen acceso, o muy limitado, como revisiones dentales y médicas generales, así como darles alguna preparación de la que suelen carecer, especialmente la de aprender a nadar, que muchos de ellos no saben. Y lo más importante, por supuesto, que pasen unas semanas agradables, disfrutando de nuestro clima, de nuestras playas, jugando y divirtiéndose como niños que son.

La noche del sábado 25 al domingo 26 fue el vigésimo noveno aniversario del desastre de la central nuclear. Con motivo de la efeméride, y también de su décimo aniversario, la asociación ha invitado a Valentina Solareva, que vivió en primera persona el accidente, ella residía en Pripiat, la ciudad fundada en 1970 para los trabajadores de la central, y fue una de los liquidadores, que es como se denomina coloquialmente a los centenares de miles de personas que, con grave riesgo de su salud y de su vida, trabajaron en la contención del escape radiactivo, en la limpieza de los materiales sólidos y líquidos emitidos por la explosión, en la medida que fue posible y, sobre todo, en el enfriamiento del reactor averiado y su sellado posterior mediante la construcción del primer sarcófago que, aun hoy, sigue siendo la única barrera protectora completa, si bien desde 2004 se está edificando un segundo sarcófago que debería precintar definitivamente todo el complejo afectado.

El accidente de Chernóbil ha sido uno de los dos más graves de toda la historia de las centrales nucleares. La Escala Internacional de Eventos Nucleares, establecida por el Organismo Internacional de la Energía Atómica, establece ocho niveles de gravedad progresiva, del 0 al 7, siendo incidente grave el nivel 3 y accidentes a partir del nivel 4, consecuencias locales, nivel 5, consecuencias amplias, nivel 6, accidente serio y nivel 7, accidente mayor. La denominación de los accidentes es un puro eufemismo, los niveles 4 y 5 son auténticos desastres y los 6 y 7 catástrofes de alcance planetario. El otro accidente de nivel 7 es el reciente de Fukushima de 2011.

La labor de los liquidadores, auténticos héroes, fue definitiva para impedir que la catástrofe adquiriera aun mayores dimensiones, especialmente evitando que se produjera una segunda explosión del reactor, que podría haber hecho inhabitable la mayor parte de Europa. Tenemos una inmensa deuda de gratitud con todos ellos, bomberos, científicos, ingenieros, arquitectos, mineros, soldados, pilotos de helicópteros, trabajadores de la central, voluntarios, periodistas y fotógrafos que consiguieron dejar constancia del hecho para la posteridad y tantos otros, que se expusieron a dosis muy elevadas de radiación y que han pagado con su salud y muchos con su vida una catástrofe provocada por una central nuclear que no cumplía los estándares de seguridad. La cifra más barajada de liquidadores es de unos seiscientos mil, si bien algunas fuentes la elevan hasta un millón. Tampoco existen estadísticas oficiales de muertos y afectados entre ellos, pero autores que han recogido información en Rusia, Bielorrusia y Ucrania hablan de no menos de sesenta mil muertos y ciento sesenta mil discapacitados.

Todas y cada una de las centrales nucleares son una bomba en potencia, una bomba mucho más potente y peligrosa que las de Hiroshima y Nagasaki. En el mejor de los casos, esto es, en ausencia de accidentes, la energía nuclear genera residuos radiactivos que duran milenios y que requieren de cementerios nucleares que siempre estarán expuestos a riesgos naturales, sísmicos, o humanos, terrorismo. Pero es que el mejor de los casos no existe, el rosario de accidentes que han ocurrido hasta ahora nos demuestra que, fatalmente, se producen y que cuantas más centrales existan, mayor será, no el riesgo, sino la seguridad de que alguno se producirá. La humanidad ha dado sobradas muestras de estupidez, derivada habitualmente de la arrogancia y de la codicia y los planes actuales de construcción masiva de centrales nucleares en diversos países lo corrobora.

1957 – Windscale, Reino Unido, accidente de nivel 5, central nuclear

1957 – Kyshtym, Unión Soviética, accidente de nivel 6, planta de reprocesado de material radioactivo de Mayak. El más grave de numerosos accidentes ocurridos en la misma planta.

1960 -  SL-1, EE.UU., accidente nivel 4, reactor experimental

1979 – Three Mile Island, EE.UU., accidente de nivel 5, central nuclear

1983 – RA-2, Agentina, accidente de nivel 4, reactor de investigación

1986 – Chernóbil, Unión Soviética, accidente de nivel 7, central nuclear.

1987 – Goiânia, Brasil, accidente de nivel 5, por robo de material médico radiactivo.

1997 y 1999 – Nokaimura, Japón, dos accidentes de nivel 4 en dos plantas de procesado y reciclaje de materiales radiactivos.

2011 – Fukushima, Japón, accidente de nivel 7, central nuclear.

Estos son solo los accidentes más graves registrados. Hay serias sospechas de que algunos accidentes importantes han sido ocultados por los gobiernos involucrados. En cualquier caso, son suficientes para llegar al convencimiento de que estamos jugando con fuego, radioactivo, y si no paramos y desmantelamos la infraestructura nuclear, al final nos quemaremos.

Pripiat, la ciudad fundada en 1970 para los trabajadores de la planta está hoy completamente deshabitada, es un fantasma urbano que los árboles van poco a poco recolonizando. Chernóbil tenía casi quince mil habitantes. Hoy tiene unos 600, más dos mil técnicos y científicos que se encargan de la vigilancia y monitorización de la central. Alrededor de la central hay una zona de 30 Km de exclusión absoluta y otra de 45 Km de exclusión voluntaria, donde los pocos que siguen allí, en su mayoría campesinos jubilados, es porque, simplemente, no tienen a donde ir. Extensas zonas cercanas de Ucrania, Bielorrusia y Rusia, unos ciento cincuenta mil kilómetros cuadrados, casi un tercio de la extensión de España, están gravemente contaminadas con isótopos, algunos de los cuales permanecerán durante veinte mil años. Y en gran parte de Europa oriental, central y Escandinavia los niveles de radiación están muy por encima de los anteriores a la catástrofe.

Albert Einstein dijo: “dos cosas son infinitas, el universo y la estupidez humana, y del universo no estoy seguro”.

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