Dicen que las flores hablan sin pronunciar palabra. Y en estos días, sus voces resuenan entre lápidas y cipreses de todos los cementerios de Baleares. Los colores vivos de los crisantemos, las rosas y los claveles rompen la sobriedad del mármol y acompañan a miles de personas que, como cada 31 de diciembre, 1 y 2 de noviembre, se acercan a rendir homenaje a quienes ya no están.
La estampa se repite, pero nunca se gasta. Ramos, centros y macetas inundan las floristerías y viveros de cada municipio. Los floristas trabajan a contrarreloj desde principios de semana. “Son días muy intensos, pero también muy bonitos. La gente viene con emoción y cariño, y eso se nota”, explica Carolina Mora, copropietaria del centro de jardinería Edeen, mientras envuelve con esmero un ramo de rosas y claveles.
Aunque el calendario solo marca dos días de celebración, la campaña arranca mucho antes. “La pandemia cambió los hábitos para siempre”, asegura Mora. “Antes la gente compraba el día 31 o incluso el mismo 1 de noviembre. Ahora se organizan con antelación, vienen entre semana para evitar aglomeraciones, y ya el jueves teníamos vendido casi todo el género”. Este año, Edeen había liquidado el 85 por ciento de sus flores antes del fin de semana.
La reina indiscutible sigue siendo el crisantemo, en sus versiones pequeña, mediana o de gran porte, “la más resistente y agradecida”, dice Mora. Le siguen los centros con rosas y claveles, los más demandados por quienes buscan un toque de color y elegancia. Buena parte de las flores llegan desde Holanda o el norte de Europa, aunque los proveedores locales hacen lo posible por cubrir la demanda.
EL PULSO FLORAL DE LA RAMBLA
En el paseo más florido de Palma, el trasiego es constante. Marga Sastre, tercera generación de floristas en La Rambla, atiende pedidos casi sin pausa. “El 20 por ciento de nuestras ventas anuales se concentran en esta semana. Hemos tenido que habilitar el puesto para abrir 24 horas y que todo el mundo pueda recoger sus encargos”, comenta mientras coloca un ramo de rosas rojas recién llegadas.

Sastre asegura que los precios “se mantienen estables”, a pesar del incremento en transporte y materia prima. Las macetas de crisantemos rondan los 12 a 19 euros, las rosas se venden a 2 euros la unidad y los ramos elaborados oscilan entre 10 y 25 euros, según tamaño y composición.
DEL CENTRO AL CEMENTERIO
En el cementerio de Palma, las escenas se repiten. Familias enteras limpiando lápidas, colocando ramos, encendiendo velas. Un niño ayuda a su abuela a plantar un pequeño crisantemo blanco, mientras al fondo una pareja deja un ramo. En el aire flota un aroma dulce y melancólico. “No se busca innovar, sino mantener una tradición bonita”, dice una mujer con una jardinera de crisantemos entre los brazos.
Los floristas lo saben, más allá del negocio, estos días se respira algo distinto. “Las flores son el lenguaje del recuerdo. Cada ramo cuenta una historia”, resume Mora.
UN MERCADO QUE TAMBIÉN EVOLUCIONA
A pesar del carácter tradicional de la festividad, el sector ha sabido adaptarse. La venta anticipada, los encargos personalizados y las compras online con recogida en tienda son ya parte del nuevo paisaje floral. “El público ha cambiado, pero el sentimiento sigue siendo el mismo”, resume Mora. “No hay innovación que sustituya el gesto de dejar una flor”.
Y así, entre colores, aromas y nombres escritos en mármol, las flores vuelven a envolver a los verdaderos protagonistas de Tots Sants, nuestros familiares. Un puente entre la memoria y la vida, entre lo que fue y lo que florece cada año con la misma fidelidad.







