Mallorca, uno de los destinos turísticos más emblemáticos del Mediterráneo, enfrenta una situación económica preocupante en sus sectores de comercio y restauración. Tradicionalmente considerados pilares fundamentales de la economía local, ambos sectores atraviesan un período de declive, marcado por la reducción del consumo, el aumento de los costes y la disminución de clientes.
A pesar de la aparente recuperación del turismo tras la pandemia, los negocios están facturando menos y dependen del flujo constante de turistas, especialmente en áreas clave como Palma, que, tras la limitación de los cruceros, no termina de arrancar. Otros puntos turísticos de la isla también están experimentando un descenso de ventas, cuyos motivos no están claros. Algunos apuntan al alza de los precios de los hoteles y del transporte, otros al aumento del todo incluido en los hoteles, a la recesión que sufren Alemania e Inglaterra, o a eventos como la Eurocopa y los Juegos Olímpicos. Además, se señala que cada vez entran más productos de plataformas online. Lo cierto es que los establecimientos reportan una disminución significativa en el número de clientes, tanto locales como nacionales e internacionales, lo que ha obligado a muchos a cerrar sus puertas o a prever que lo harán en breve.
Además de la disminución de clientes, los comerciantes y restauradores se enfrentan a un aumento constante de los costes. Los precios de la electricidad, el gas y los alimentos han subido considerablemente, afectando los márgenes de beneficio. Los empresarios denuncian que la inflación está asfixiando sus negocios, y muchos se ven obligados a trasladar estos costes a los consumidores, lo que a su vez reduce aún más la demanda.
Otro problema que agrava la situación es la falta de mano de obra cualificada. Muchas personas trabajadoras han optado por no venir a hacer la temporada, mientras que otras están decidiendo irse a la península a vivir debido al elevado precio de la vivienda.
Los efectos combinados de estos factores han llevado al cierre de numerosos negocios, especialmente los pequeños y familiares, que no pueden competir con las grandes cadenas o con la venta online. Esto no solo tiene un impacto económico, sino también cultural, ya que Mallorca está perdiendo parte de su identidad única, caracterizada por sus comercios locales y su gastronomía tradicional.
Frente a este panorama, los empresarios y las asociaciones locales pedimos medidas para aliviar la presión sobre el sector. La promoción de Mallorca como un destino seguro y atractivo durante todo el año es crucial. Además, solicitan que no se envíen mensajes negativos sobre el destino; afirmar que los mallorquines no queremos turistas, que en la isla no se puede disfrutar o que es insoportable, o que Palma está saturada, no ayuda. Entendemos que hay problemas que deben solucionarse, pero es importante considerar que las limitaciones afectan siempre a los más débiles.
El futuro de Mallorca depende en gran medida de cómo se maneje esta crisis. Sin acciones contundentes, la isla corre el riesgo de ver erosionados sus sectores más vitales, con consecuencias devastadoras para la economía local, y la solución no pasa por una reducción de clientes.