Desde hace unos meses, un buen amigo que posee una tienda de electrónica en el centro de Palma se encuentra cada cierto tiempo con un regalo inesperado en el interior de su comercio: unas petites culottes que alguien aún desconocido deja allí con una finalidad que, por ahora, no parece estar aún del todo clara.
Mi amigo no sabe, hoy por hoy, quién puede ser esa persona que se toma la molestia y el interés de dejar en su establecimiento de manera recurrente petites culottes de encaje todavía sin estrenar —un detalle que considero muy importante—, que en ocasiones aparecen junto a un transistor y otras veces al lado de un televisor de plasma.
Este apreciado compañero cree que esos obsequios tan privados podrían provenir de una clienta de mediana edad que acude con una cierta frecuencia a su local, sin descartar que puedan proceder de otra clienta fiel algo más mayor. Pero, de momento, aún no ha podido resolver satisfactoriamente el misterio de la posible identidad real de esa persona tan desprendida.
Un segundo enigma igualmente por descifrar sería el del significado concreto que puede tener el hecho de que alguien desconocido te regale en secreto unas petites culottes. Personalmente, yo tengo mi propia teoría sobre esta cuestión, pero, como puede estar equivocada, quizás sea mejor dejar la resolución de este último interrogante a la rica imaginación de los lectores.
Por otra parte, como han visto, he utilizado hasta ahora una única expresión francesa para referirme a los mencionados regalos. Lo he hecho así porque considero que en castellano o en catalán los nombres concretos de las diferentes prendas de ropa interior no son, en principio, especialmente sugerentes, empezando por las bragas y acabando por los calzoncillos.
En cambio, si se designan en francés o en inglés, esas prendas parecen ganar no sólo en elegancia, sensualidad y glamour, sino también, en cierto modo, en suavidad, delicadeza y placer al tacto. Ahí están, por ejemplo, no sólo las petites culottes, sino también los sous-vêtements, aunque esta última palabra no sea quizás tan fina como inicialmente yo creía.
Tal vez sólo la conocida palabra tanga —idéntica en catalán y en castellano— sea una de las pocas excepciones lingüísticas que me satisfacen en relación a un tema tan íntimo y sensible como este.
El citado término procede, según leí en la revista Muy Interesante, de la prenda triangular del mismo nombre, elaborada con fibras, «que las indígenas tupí brasileñas se ponían para cubrirse el sexo». En 1974, el genovés afincado en Brasil Carlos Ficcardi «la reinventó», y ese mismo año fue comercializada por el diseñador Rudi Gernreich, «que la puso de moda».
Yo no uso tangas, lo reconozco, sino sólo calzoncillos de pata, aunque prefiero decir que utilizo 'bóxers'. El mero uso de esa palabra es algo que a veces incluso parece darme una mayor prestancia, galanura y atractivo físico, algo que quizás no ocurriría si llevase 'slips', unas prendas que, por otro lado, siempre me han parecido tal vez un poco demasiado ajustadas y procaces.
En el fondo, quizás sea más recatado y tradicional de lo que yo creía hace algunos años. Ese debe de ser uno de los motivos por los que no acabo de entender la costumbre que tiene una muy popular influencer británica de quitarse la ropa interior que lleva puesta para dejarla justo a continuación en diversos sitios públicos, incluyendo plazas y supermercados, mostrando luego esas imágenes a sus seguidores, que al parecer son casi 200.000 en total.
La primera persona que me habló de esta internatua fue, precisamente, el buen amigo del que les he hablado al inicio de esta columna, quizás porque ese caso tan llamativo guarda algunas concomitancias con su propio problema. Y realmente es así, aunque yo siempre intento animarle diciéndole que, al menos, las bragas que le regala su secreta clienta dadivosa son de calidad superior y completamente nuevas.






Un comentario
Señor Josep María Aguiló, como siempre, me quedo Anonadado ante tan Magistral forma de escribir sus Artículos. Las Petites Culottes, me encantan y dígale a su amigo que le envidio, pues debe ser el Jesulin de Ubrique de los electrodomésticos. Con una diferencia a Jesulin se las tiraban en la Plaza delante del gentío sin ningún pudor. y a su amigo se las dejan en el más absoluto anonimato. Debe de ser un Galán, Tipo Julio Iglesias o Alain Delon.