Esperanza, precaución y paciencia

A punto de acabar el malhadado 2020 llega una de las pocas buenas noticias que nos ha deparado este año desdichado: la llegada de las primeras unidades de la vacuna de Pfizer-Biontech contra la covid 19 y el inicio de la vacunación masiva de los ciudadanos que se irá desarrollando a lo largo de los próximos meses. De hecho esta vacuna es la primera de unas cuantas que se han de ir aprobando y añadiendo en el futuro inmediato, lo que es absolutamente necesario para el éxito de la contención de la epidemia, ya que debido a la inmensa dimensión de la población a inmunizar en un periodo relativamente corto de tiempo, un solo fabricante no es capaz de producir los miles de millones de dosis necesarias.

En unos pocos meses se deberá haber vacunado a entre el 60 y el 80 % de la población, cifras estimativas, para alcanzar la inmunidad de grupo, mal llamada de rebaño, traducción directa y mostrenca del inglés “herd immunity”, necesaria para detener la circulación del virus, condición “sine qua non” para controlar la epidemia. Y se debe vacunar al mismo porcentaje de la población mundial de siete mil millones de personas para controlar la pandemia. Además, no todas las vacunas serán idóneas para todos por igual, sino que diferentes vacunas serán útiles para diferentes grupos de población. Es por eso que se necesitarán varias vacunas de tipos distintos de laboratorios farmacéuticos distintos fabricándolas al máximo de su capacidad de producción industrial.

En la correcta y eficiente implementación del programa de vacunación reside la esperanza de contener la pandemia a lo largo del próximo 2021, en unos nueve a doce meses, pero debemos actuar con precaución y no relajar de ninguna de las maneras las medidas de protección, las consabidas distancia, higiene y mascarilla, ya que el virus continuará circulando durante los primeros meses de la vacunación y aflojar antes de tiempo en la observancia de las normas de seguridad nos conduciría fatalmente a rebrotes de la enfermedad.

Así pues, empezamos el 2021 con esperanza pero también con precaución y sin disminuir un ápice las cautelas que han regido nuestro comportamiento individual y social durante el 2020 y que, con toda probabilidad, deberemos mantener a lo largo de casi todo, o todo, el nuevo año.

Es una situación que deberemos sobrellevar con paciencia, confortados por la práctica seguridad de que a lo largo del 2021 iremos viendo la mejora en la situación sanitaria y el final progresivo de la pandemia y la posibilidad cada vez más cercana de retomar nuestras actividades habituales de antes y, sobre todo, de que se vuelva a poner en marcha todo el engranaje económico y social y empezar a salir del pozo en el que nos ha metido el virus.

Sobre qué cambios se deberían introducir en las políticas sanitarias, económicas y ambientales y en los usos y costumbres sociales del consumismo masivo y el movimiento perpetuo del turismo de masas, deberíamos meditar, todos pero sobre todo los políticos, durante esta fase de transición hacia el fin de la pandemia, extraer las lecciones oportunas y tomar las decisiones pertinentes, pero no soy nada optimista al respecto.

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