Estoy escribiendo mi artículo semanal en este digital y el PC me reproduce canciones antiguas de Navidad. Paro un instante, borro todo lo que había escrito sobre el Jonquet, la familia Amengual, Cursach, Acciona, los vecinos, el Consell y la madre que me parió a mi.
Bill Crosby hace que mis ojos se irriten por el polvo que llega de la calle (esa es la típica excusa, para no reconocer que aun te quedan lágrimas). Navidad… iba a escribir un calificativo muy fuerte e impropio para un cristiano, como yo. Pero reflexiono sobre estas fechas. Recuerdo la infancia, el belén, el árbol, las canciones, la mesa puesta, los regalos, las sonrisas, els llumets de Nadal als carrers, y todo que para mi significaron estos días. Al final, te queda la duda si todo es obra de una iglesia, de unos grandes almacenes o de una sociedad que prefiere no pensar en sus verdaderos problemas y tirar de tarjeta para celebrar estas Pascuas. El dato lo dieron la semana pasada: el españolito medio se va a gastar unos 1500 euros en todas las fiestas. Como no hay para pagar ni el recibo de la luz, nos vamos al banco y nos darán un crédito al 8%, más gastos, para que en un año devolvamos lo que nos hemos gastado. Digo hemos, para que se sientan acompañados esos pobres infelices. A mí ya no me dan crédito. Tampoco lo pediría. Empeñarse, entramparse, ponerse la soga al cuello, para gastar lo que no se tiene es una estupidez.
Mis padres celebraban la navidad como una excepción. Era la época en que debía haber de todo en la mesa, para olvidar el resto del año y celebrar el nacimiento de Jesús. Desde que existe esa tradición, así se ha celebrado en las tres iglesias cristianas: la católica, la ortodoxa y la anglicana. Y cuando reflexiono sobre el verdadero sentido de la Navidad, de la cristiana, es cuando decido borrar este escrito y volver a la actualidad local. Pero ya no quiero cambiar el texto. Me duele haber perdido parte de ese espíritu navideño que consiguió parar guerras, hermanar a enemigos y dar, aunque solo fueran por una noche, una tregua a la triste realidad de la vida. Suenan ahora cánticos en ingles, no entiendo lo que dicen, mi ingles es para escribir a máquina, pero la melodía, la vocalización de la canción me llena de ilusión. Lloraría, si no fuera porque ya no tengo edad, para ello. Pero le agradezco a la tecnología el poder escuchar melodías que siguen escondidas en una pequeña parte de mi alma. Esa lucecita que apenas se ve y que cuando estoy a solas, va diciéndome que aun no soy yo.
A todos, incluso a los que ya no me aprecian, Feliz Navidad.