La semana arrancó con el coleo informativo de la toma de posesión como alcalde de Alaró de Guillem Balboa —Willy para los que le conocen de toda la vida—. A mi me importa bien poco que el Sr. Balboa sea negro, rosa, amarillo, que tome el sol o no, o que haya nacido en Guinea Ecuatorial o en Povedilla, preciosa villa de Albacete. Lo que importa es que sea un buen alcalde. Los de Més se han empachado de loas y fuegos artificiales en redes sociales e incluso algún diario medio digital, medio de papel, se ha venido arriba proclamando a Guillem Balboa como el “primer alcalde negro de los Países Catalanes”. Miren, cada uno se lo puede tomar como quiera, pero a mi todo me huele a racismo, y del rancio. Como Balboa es independentista y catalanista —soberanista, como dicen ahora en la coalición verdirroja— lo venden como el negrito bueno, integrado y que comulga, como no puede ser de otra manera, con la única corriente política correcta. De haber aterrizado en el PP, lo menos que le hubieran dicho es Tío Tom. Y que conste que por mí Guillem Balboa puede militar en el partido que le dé la gana y pensar lo que le apetezca. Y no le quito ningún mérito ni digo que le hayan regalado nada. A fin de cuentas, ha llegado a alcalde porque obtuvo los votos necesarios para pactar con el PSIB.
Balboa llegó a Mallorca con cuatro años de edad. Él es la cara de una moneda que tiene cruz. Youba Sissokho nació en Senegal y llegó a Mallorca con apenas medio año de vida. Es tan mallorquín como el alcalde de Alaró, y no menos negro, pero, ay, es boxeador. Y el PSIB en Alaró puede pactar con Més para poner a un alcalde negro, pero en Palma veta al boxeo. Al pobre Sissokho se olvidaron de llamarlo para recibirlo en el Consolat junto al resto de deportistas olímpicos de Baleares. Da nada le valió partirse la cara con la selección nacional en las olimpiadas de Río de Janeiro. No solo es negro, mucho peor es que sea boxeador y que además defienda los colores de la selección española. Pobre diablo, no ha entendido que los negritos buenos tienen que ser independentistas. De alcalde superstar a deportista olvidado solo median unas siglas de diferencia.
Si esto les parece triste, no es nada comparado con la infinita desolación de nuestra presidenta Francina Armengol. El martes la entrevistaron en el programa Dues Voltes de IB3 Televisió —no, yo no lo vi, no formo parte del selecto 0,1 por ciento de ciudadanos que lo ve —. Preguntada por el momento más difícil de la legislatura, contestó que fue el día en el que hicieron presidente del Gobierno a Mariano Rajoy, que ella quería que fuera Pedro Sánchez. Me quedé con las ganas de ver unos pucheritos. A mi me recordó a Enjuto Mojamuto en El peor día de mi vida, histórico sketch chanante del que recomiendo el visionado en Youtube. A Francina le faltó emular el desgarrador alarido de «Nooooooooooooo, no funciona Internet».
Las cosas están muy raras en el PSIB, no tanto como en el PSOE. Si ya he hablado en otras ocasiones de la podemización del PSIB, qué les voy contar de la central de la franquicia. Pedro Sánchez le hace un guiño a Podemos y anuncia que el PSOE es contrario al CETA, el tratado de libre comercio que se negocia entre la Unión Europea y Canadá. A sus eurodiputados se les va a caer la cara de vergüenza cuando han trabajado en él y lo han defendido. Imagino que la próxima humillación morada de Sánchez será oponerse al TTIP, el tratado con los Estados Unidos. Bravo, Pedrito, has conseguido igualar tu partido a Podemos y a los tarados de Marie Le Pen. Ya podéis votar juntitos en Bruselas. Qué contento se va a poner Donald Trump con tontos útiles de semejante calibre. Chaval, no todo vale para hacerse con la silla.
Francina no tiene problema de sillas. El próximo congreso del PSIB será a la búlgara, que en los madriles ya hay jefe todopoderoso y aquí no se mueve nadie. Se promete más animado el de los populares de Palma. Marga Durán se presenta como candidata. Veremos cuantos enanos le crecen y si Biel Company le devuelve la cortesía, se moja y se hace la foto con ella.
Los que no estaban ni para fotos ni para votar son los protagonistas de la noticia bizarra de la semana, la de los dos guiris que se alcoholizan hasta las trancas y luego denuncian al hotel. No tiene desperdicio. Un matrimonio británico se va a Gran Canaria, se ponen hasta el esternón de todo y disfrutan de nueve días de vacaciones. Quince meses después se lo piensan mejor y denuncian al hotel porque padecieron «diarreas y calambres estomacales» producto de una intoxicación alimentaria, lo que les mantuvo en cama y les impidió vivir sus vacaciones soñadas. El burdo intento de estafa se vino abajo cuando el hotel hizo pública la lista del servicio de bar de los dos impostores: consumieron 109 bebidas en nueve días. Ojo al maratón etílico del quinto día de viaje: 2 helados de crema, 2 tazas de chocolate, 4 Amarettos, 2 cervezas, 11 copas de cava, 18 copas de coñac y 4 copas de vino. Esto es lo que se pimplaron en el hotel, lo que pudieron meterse en el cuerpo por los bares de la zona no quiero ni imaginarlo. A estos no los han pillado con el carrito de los helados, como se suele decir, sino saqueando el mueble bar como una horda de vándalos. Eso sí, no dudo de que se fueran de vareta, porque si yo me meto dieciocho copas de coñac —y que conste que gusta— voy a escape libre una semana.
Si creen que lo de los guiris es morro es que no han escuchado a Pedro Horrach... No va el hombre y dice que hay que evitar las filtraciones en los procesos judiciales, que se respete la presunción de inocencia e incluso controlar que los medios de comunicación no se ceben con los investigados. Me abstengo de valoraciones al respecto.
Finalizo con lo que ha sido la noticia «de alcance» de la semana. Al menos lo ha sido para mí y para mi santa esposa, que la parienta ya viene siendo habitual en esta columna. Con demasiado retraso pero devoción sevillana de Semana Santa he visto al fin Train to Busan... Vaya película, aún no me he repuesto: 118 minutos de morderse las uñas, estar con el culo inquieto, padecimiento, nervios. Es una de esos largometrajes de passar una penada. Solo les diré que si Brad Pitt la ha visto, se le tiene que caer la cara de vergüenza si la comparamos con su truño Guerra Mundial Z. Me entran ganas de ponerme a rajar del cine surcoreano, de maravillas como The Host o Snowpiercer, pero esa es otra historia.