Hacer de médico, hoy y siempre

Como el objeto de lucro de la profesión médica es la salud de las personas, y su mayor compromiso, la preservación de la vida humana, se trata de un oficio de altísima responsabilidad, que exige de quien lo ejerce un alto gradiente ético, una sólida formación técnica y científica que le permita decidir correctamente en situaciones de incertidumbre, y una condición moral que le sirva de guía al enfrentarse a las fronteras del conocimiento.

El médico debe ser objetivo y debe ser compasivo; debe aprender a respetar las creencias de sus pacientes, así no las comparta; debe tener sentido de solidaridad social; debe saber conservar una prudente distancia afectiva en su actuación profesional, pero sin olvidar la condición humana de los enfermos y sus familiares; debe ejercer liderazgo sobre el resto del equipo de la salud, sin actitud despótica, pero con firmeza; debe ser tolerante, comprensivo y flexible con los pacientes, familiares y colegas, sin renunciar por eso a sus opiniones y sin perder nunca de vista que el único fin de su actuación es buscar el beneficio del enfermo; debe ser plenamente consciente de sus limitaciones como profesional, y, sobre todo, debe ser consciente de su capacidad de error, sin permitir que esta percepción deteriore la calidad de su ejercicio profesional por pérdida de la confianza en sí mismo.

Sólo no se equivoca quien no actúa, y, no actuar, ya es una equivocación. Estas condiciones no son innatas. Estas son condiciones que se cultivan durante años, y se retroalimentan y perfeccionan en la medida en que, con constancia y motivación, el médico aprende del contacto diario con sus pacientes, sus colegas, las diversas instituciones en las que trabaja, en fin, de la sociedad entera.

Estas condiciones requieren, como todo lo relacionado con la medicina, de predisposición vocacional y dedicación de por vida, y el costo de su aprendizaje es invaluable, ya que "el arte es largo y la vida corta". El ejercicio profesional del médico es una causa bien reconocida de estrés y desgaste, no sólo físico sino también psíquico, pues la enfermedad no conoce de horas de descanso, de horarios nocturnos, ni de días festivos.

Hoy, la Atención Primaria en Baleares se ha convertido en una gigantesca factoría de médicos quemados, por la sobrecarga mantenida y la falta de médicos que tenemos. No hay nada que queme más que el deterioro de la relación médico-paciente, que, hoy, a pesar del esfuerzo de los médicos, está en quiebra.

En el programa del Médico enfermo del COMIB, se ha duplicado, el último año, el número de médicos afectados por el temible burnout. Este es el precio que paga el médico por un desgaste que va en aumento y que es un auténtico cáncer de la sanidad pública, en cuya construcción existen variables que tienen que ver con la organización, es decir, con la administración sanitaria que se comporta una y otra vez como el Dios Cronos que devora a sus hijos.

Ante esto tanto el COMIB y SIMEBAL se han convertido en las dos únicas organizaciones que defienden al colectivo.

Por eso, en derrota transitoria, pero nunca en doma.

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