La muerte de la joven sevillana Sandra Peña, presuntamente víctima de acoso escolar, ha conmocionado a toda España. También en Palma se celebró una concentración de unas 150 personas en señal de duelo y repulsa.
Este trágico suceso obliga a una reflexión profunda y a una acción decidida de las instituciones educativas, sanitarias y sociales. El acoso escolar no puede seguir considerándose un asunto menor o inevitable.
Las movilizaciones de los estudiantes en toda España expresan una indignación legítima. La sociedad reclama medidas eficaces, no declaraciones de buenas intenciones. La protección de los menores en el entorno escolar debe ser una prioridad real, dotada de recursos, personal especializado y protocolos de actuación que se apliquen sin dilaciones. Cuando una víctima pide ayuda, el sistema educativo no puede mirar hacia otro lado ni confiar en que el problema se resuelva por sí solo.
El acoso escolar es una forma de violencia que deja secuelas profundas. Exige una respuesta coordinada entre centros, familias, orientadores, servicios sociales y autoridades judiciales. Las administraciones deben reforzar la prevención y garantizar que ningún menor quede desamparado. En demasiadas ocasiones los protocolos existen, pero no se activan; las advertencias se ignoran; y la intervención llega tarde, cuando el daño ya es irreparable.
En demasiadas ocasiones los protocolos existen, pero no se activan; las advertencias se ignoran; y la intervención llega tarde, cuando el daño ya es irreparable
En este caso, las responsabilidades deberán esclarecerse hasta el final. La transparencia y la rendición de cuentas son imprescindibles para restablecer la confianza de las familias en el sistema educativo. No se trata de buscar culpables a toda prisa, sino de garantizar que ninguna otra familia tenga que sufrir una tragedia semejante.
La educación debe ser un espacio seguro, donde cada alumno se sienta protegido y respetado. El compromiso de toda la sociedad es erradicar el acoso escolar, con la misma determinación con la que se combaten otras formas de violencia. El recuerdo de Sandra Peña debe servir como punto de inflexión. No podemos permitir que su muerte se diluya entre titulares. Su historia nos interpela a todos.
