A estas alturas, volver a hablar de cómo la policía se enfrenta a los carteristas, trileros y otras subespecies que pululan por la Playa de Palma da un poco de pena. Desde siempre, desde que llegaron los primeros turistas, hace más de treinta años, las autoridades desataron una cruzada contra las actividades ilegales. Tras tantos años de lucha, hoy tenemos una variedad de delincuencia que lo abarca absolutamente todo, llegando no hace tanto a que la propia policía tuvo que huir del lugar ante la actitud amenazante de las mafias del lugar. Poco hay que añadir a una realidad que da verdadera pena, ante la que se ha posicionado contundentemente todo delegado del Gobierno que se precie, ante la que no ha habido alcalde que no haya sido radical y que sobrevive con una salud de hierro, viva muestra de la incapacidad e impotencia de nuestro sistema policial para acabar con aquello que hemos considerado ilegal. A estas alturas, más valdría que declaráramos el trile como patrimonio nacional, dado que no lo podemos erradicar. Qué impotencia.
