Louis Vuitton esconde en Bellver 600 millones en joyas

Alta joyería

Tres noches de secretismo, alta cocina y diamantes. Louis Vuitton eligió el Castillo de Bellver para presentar su colección de alta joyería Virtuosity y lo hizo como mejor sabe: rodeado de misterio y exclusividad. La isla quedó fuera, pero las redes lo contaron todo. Mientras el lujo desfilaba entre muros góticos, los vecinos miraban desde lejos y los millones brillaban en silencio.

Louis Vuitton esconde en Bellver 3
Alta joyería

Louis Vuitton esconde en Bellver 600 millones en joyas

Tres noches de secretismo, alta cocina y diamantes. Louis Vuitton eligió el Castillo de Bellver para presentar su colección de alta joyería Virtuosity y lo hizo como mejor sabe: rodeado de misterio y exclusividad. La isla quedó fuera, pero las redes lo contaron todo. Mientras el lujo desfilaba entre muros góticos, los vecinos miraban desde lejos y los millones brillaban en silencio.

Alta joyería, secretismo y estrellas asiáticas. Louis Vuitton convirtió el Castillo de Bellver en un decorado medieval para exhibir su colección más ambiciosa. Y nadie lo vio. O casi nadie. Pero lo vieron todos. Porque el evento más exclusivo del año se celebró sin apenas testigos, pero con toda la potencia mediática de las redes sociales, influencers internacionales y las críticas locales por el uso privado de un monumento público.

Bellver como pasarela de élite


Mallorca se vistió de gala para Louis Vuitton. La maison francesa celebra entre el 26 y el 30 de mayo su presentación de alta joyería Virtuosity en el Castillo de Bellver, un enclave histórico del siglo XIV con vistas a la bahía de Palma. Durante tres veladas de acceso restringido, la firma reunió a unos 700 invitados VIP venidos de todo el mundo.

¿El resultado? Un desfile de lujo con joyas valoradas en más de 600 millones de euros, chefs con estrella Michelin, seguridad extrema y una pasarela invisible para el público general, pero omnipresente en Instagram y TikTok.

Las invitadas que brillaron más que los diamantes

Louis Vuitton no convocó a las típicas celebridades europeas ni a influencers patrios. Apostó por su clientela asiática más fiel. Y las estrellas se alinearon. Heart Evangelista, actriz filipina y referente global de estilo, acaparó focos con sus vídeos en redes. También estuvieron presentes Shin Min-a, actriz surcoreana y embajadora de la firma, y la tailandesa Urassaya Sperbund.

El desfile no se transmitió en directo, pero fue trending topic en medios especializados como Harper’s Bazaar, ELLE Korea o ABS-CBN. Las publicaciones de las invitadas en sus cuentas oficiales fueron las verdaderas protagonistas de la noche: joyas, castillo y silencio, con un algoritmo de oro.

Pese a las expectativas generadas, la visita de celebridades esperadas como Georgina Rodríguez o Ana de Armas no se ha producido —al menos por el momento—, lo que ha alimentado aún más el misterio y la selectividad del evento.

La isla blindada

La puesta en escena fue tan espectacular como reservada. Louis Vuitton pagó 175.000 euros por el alquiler del castillo, más una fianza para garantizar su conservación. Durante los días clave, el acceso al bosque y al castillo fue restringido. No hubo periodistas locales acreditados. No hubo declaraciones. Solo luces, seguridad y una alfombra invisible.

El coste del prestigio

Desde el Ayuntamiento de Palma se defendió el acuerdo alegando un impacto económico estimado de 24 millones de euros. Hoteles de lujo llenos, proveedores locales contratados, promoción mundial de la isla. El teniente de alcalde Javier Bonet definió el evento como “una oportunidad sin precedentes para posicionar Palma como destino de alto nivel”.

¿Turismo de lujo o performance de marca? ¿Espectáculo privado o inversión pública en reputación? Las preguntas siguen en el aire. Pero el desfile ha servido para comprobar hasta qué punto la moda de élite busca escenarios únicos. Y hasta dónde las ciudades están dispuestas a llegar por aparecer en esa postal efímera.

Bellver, diamantes y algoritmos

Mientras los vecinos protestaban por no poder pasear por el bosque, los vídeos del evento daban la vuelta al mundo. El contraste entre lo visible e invisible fue absoluto: nadie pudo entrar, pero todos pudieron mirar. Louis Vuitton no solo vendió joyas. Vendió experiencia, historia y un relato exclusivo. Convirtió el patrimonio público en un decorado de élite.

¿Y ahora qué?

¿Se repetirá? ¿Seguirá Mallorca siendo sede de eventos de este tipo? La historia de Bellver y Louis Vuitton no ha terminado. La isla ha vivido un ensayo general de su papel como plató de lujo. Y como en todo buen desfile, lo importante no es lo que se muestra, sino lo que se sugiere.

Suscríbase aquí gratis a nuestro boletín diario. Síganos en X, Facebook, Instagram y TikTok.
Toda la actualidad de Mallorca en mallorcadiario.com.

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más Noticias