Ayer por la mañana los informativos se convulsionaron al informar de la detención de Mario Conde.
Para mucha gente joven será un señor muy de derechas que participaba en las tertulias de una cadena televisiva muy de derechas.
Para los que rondamos los cincuenta Mario Conde es mucho más. Cuando apareció en sociedad el señor Conde estábamos en la Universidad y se nos vendió la imagen de un triunfador. Era el más triunfador de la beatiful people de los años 80 que apareció a la sombra de los gobiernos socialistas que se originaron por el cambio.
Posteriormente y al haber devenido a mejor fortuna algunos ministros socialistas de los 80 se integraron en esa élite financiera que no creo que sean los que de verdad mandan. Desde hace tiempo pienso que los que de verdad mandan en lo económico y en lo político no les conocemos porque no salen en los periódicos.
No es mi intención hacer leña del árbol caído ni defenderle, lo cual haría si me lo encargase profesionalmente, sino dar mi impresión breve de una persona que ha sido contemporánea mía y que desde la distancia he seguido su carrera profesional.
Creo que no era el triunfador deslumbrante que nos hicieron ver en los 80 y 90 sino que estamos ante una persona con una cabeza privilegiada que piensa que los demás no están a su altura, y, evidentemente se equivoca. Personas listas hay muchas. De cada promoción de Abogados del Estado sale un número uno, como lo fue él. Lo que si pienso de su detención de hoy es que ha terminado una determinada manera de hacer las cosas. Ya nadie, víctima o no de una conspiración -jamás he creído esa defensa- condenado podrá esconder una fortuna de semejante calibre a la justicia.
No quiero que piensen que soy un inocente, tampoco creo que los papeles de Panamá cambiarán nada; seguirán existiendo paraísos fiscales para los que manden de verdad escondan su dinero, la codicia no sabe de fronteras, es infinita. Que pasen un buen día.
