MIA

Hablar de epidemia, a día de hoy, es casi sinónimo de hacerlo de gripe. En cuantas ocasiones nos desayunamos con historias y más historias sobre la infección por el “virus de la influenza”. Sobre su gravedad, su prevalencia y su extrema capacidad de contagio. En realidad, la gripe actual, no es más grave ni más frecuente que en cualquiera de las décadas que nos han precedido. La práctica totalidad de los diagnósticos los realizan los médicos de cabecera, con una silla y la evaluación clínica. Unos pocos son atendidos en los centros sanitarios con internamiento; por deterioro general, fiebre prolongada o por la agudización de una insuficiencia respiratoria previa. Hasta hace poco, sólo era preciso acreditar el diagnóstico en unos pocos casos. Este se realizaba, una vez superado el proceso agudo, tras la seroconversión, por la presencia de anticuerpos en el plasma. Es previsible que en los próximos años las bases de datos administrativas de los centros con internamientos muestren un aumento muy significativo de las cifras de gripe. Serán reflejo, sin duda, de los avances tecnológicos que permiten identificar la presencia de antígenos virales en las secreciones respiratorias de forma precoz más que de un aumento real de su prevalencia. Sin embargo, en las organizaciones, convivimos con otra epidemia. Una epidemia contra la que no disponemos de instrumentos de diagnóstico fiable y los mecanismos de control son precarios. La sintomatología se da en el mundo de la empresa y especialmente en el ámbito de administración. Es una epidemia dañina para la salud, para la salud colectiva y para la salud de las organizaciones. Nos referimos al “síndrome MIA”. MIA es el acrónimo del trastorno por “Mediocridad Inoperante Activa”. El perfil básico es el del individuo que lucha por eclipsar, oscurecer o eliminar a todo aquel que pudiera destacar en su organización y hacerle sombra. En los grados menos severos son inoperantes pero inofensivos. A medida que progresa su deterioro provocan irritación generalizada por su ilimitada capacidad de imitar, plagiar, copiar y autoatribuirse las iniciativas ganadoras ajenas. También muestran una habilidad especial en priorizar las obligaciones burocráticas sobre la valoración de los resultados profesionales. Intentan introducir todo tipo de regulaciones y obstáculos destinados a dificultar las actividades creativas e innovadoras. Por otra parte, el Mediocre Inoperante Activo es particularmente proclive a la envidia, y sufre ante el bien y el progreso ajenos. El verdadero peligro asoma cuando los mediocres inoperantes activos canalizan sus energías hacia la destrucción de sus compañeros más brillantes. El MIA se ha convertido en una verdadera epidemia. Tienen replicación viral, Parasitan cualquier tipo de organización y su objetivo primario es hacer de la mediocridad una potente arma de destrucción. El diagnóstico es tardío, los mecanismos de prevención poco efectivos y se infiltran de forma serpenteante hacia puestos de responsabilidad y de dirección, debilitando las potencialidades de la organización y depreciando de forma irreversible sus valores. Su presencia es universal. Su tendencia a la progresión. ¿Identifican en su organización a  los mediocres inoperantes activos? Es muy probable que su repuesta sea afirmativa.

Suscríbase aquí gratis a nuestro boletín diario. Síganos en X, Facebook, Instagram y TikTok.
Toda la actualidad de Mallorca en mallorcadiario.com.

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más Noticias