En un reciente viaje durante este verano, presencié una escena que me dejó muy pensativo.
Era la hora del desayuno en un hotel y junto a nuestra mesa se sentó una pareja con dos niños de 6 y 4 años respectivamente.
Los padres les sirvieron sendas madalenas a sus hijos y apoyando en una tazas les pusieron sus respectivos móviles con dibujos animados mientras ellos desayunaban y mantenían a sus hijos callados , embobados con la pequeña pantalla y engullendo las madalenas.
No quise mirar más, pero pensé en lo fácil que es dejar de ejercer de padres y aparcar a los niños.
Que pasará con estos niños cuando alcancen la edad de la adolescencia y no estén entrenados en la conversación y en la confianza con sus padres.
Acabemos de aprovechar este verano, esta magnifica ocasión que tenemos de poder hablar, compartir; intensándonos por las cosas de nuestros hijos, afianzando esa confianza que les será de mucha utilidad para cuando lleguen esos momentos difíciles que todo el mundo pasa.
Es una oportunidad que tenemos y que ya no volverá. Porque el verano que viene ya tendrán un año más y tal vez lleguemos tarde. Ánimo no claudiquemos de ejercer de padres
