Paseo Marítimo: saturador colateral

En el sistema viario, como cualquier otro sistema, no se puede alterar un elemento sin afectar, indirectamente, a otros. Esto parece que es lo que ha ocurrido con el nuevo Paseo Marítimo de Palma, pues la supresión de carriles, las nuevas limitaciones de la velocidad y la supresión de aparcamientos han provocado un desvío masivo de buena parte del tránsito rodado a las escasísimas vías alternativas posibles, provocando su hipersaturación. De esta forma se acentúa la separación entre las zonas de poniente y levante tanto de la ciudad como de la isla.

Cuando se propuso realizar la reforma de la primera línea de la ciudad, -por iniciativa de la autoridad portuaria de ese momento-, la pregunta que muchos se hicieron fue si se pensaba en potenciales alternativas al intensísimo tráfico que soportaba. Por supuesto, las autoridades, actuando como disciplinados políticos de partido, contestaron afirmativamente, aunque sin especificar cuáles serían. Por ello, el señor Rafael Ferragut, demostrando su probada veteranía, sugirió que antes de realizar las obras sería interesante que se hiciese la prueba de suprimir el tráfico rodado planeado para así poder observar, de forma clara, lo que efectivamente ocurría. Cómo era de esperar, la inteligente propuesta del promotor artístico y cultural privado fue ignorada.

Lo cierto, es que la cuestión viene de muy atrás. Pues el mismísimo Eusebio Estada protestó, hace más de cien años, en la memoria del proyecto de construcción de la “Carretera de Andratx”, por el escaso ancho programado. Entonces, como ahora, la mala organización política fue la responsable de la excesiva estrechez de esa importantísima vía de comunicación.

Es por eso que la actual calle Joan Miró está muy lejos de tener la dimensión que sería conveniente. Y ese fue, también, el motivo de construir el primer Paseo Marítimo ganando terreno al mar. Efectivamente, a mediados del siglo pasado resultaba evidente que había que reforzar la conexión entre Levante y Poniente. Más tarde, el fuertísimo incremento de población que experimentaron los municipios de Andratx y Calvià obligó a realizar una nueva ampliación para doblar su capacidad, pasando a tener seis carriles, dejando en su centro la famosa piscina del Hotel Mediterráneo que inicialmente se situaba al borde del mar. 

Ese Paseo Marítimo, ciertamente, era una especie de autopista que nada tenía que ver con el concepto de Bulevar. Sin embargo, permitió recuperar la tranquilidad circulatoria de la calle Joan Miró, -que entonces se llamaba Calvo Sotelo-, hasta tal punto que yo mismo lo recorría en bicicleta a diario, varias veces, para desplazarme hasta el Instituto Ramón Llull para cursar el BUP en la segunda mitad de los setenta.

De igual forma, recuerdo perfectamente, cómo a inicios de los años noventa la apertura de la Vía de Cintura, con sus túneles de Génova, supuso un nuevo enorme alivio. Pues, sin ir más lejos, para ir desde el Terreno a la UIB dejó de ser necesario atravesar la urbe. Desde entonces el tránsito, con destino u origen en el poniente mallorquín, pasó a contar con dos vías de gran capacidad.

Pues bien, ahora la cosa vuelve a estar realmente mal en Joan Miró. Ciertamente, el Paseo Marítimo ha mejorado, (aunque es muy discutible la solución dada al puente de Can Barbará y la nula acción en Porto Pi), pero lo ha hecho a costa de empeorar, hasta casi la fatalidad, la situación de la antigua carretera de Andratx. Pues, como era fácilmente previsible la vía de cintura, por sí sola, es incapaz de aguantar tamañas cantidades de vehículos. De hecho, a mediados de los noventa ya se proyectó el segundo cinturón todavía sin concluir.

Además, desde la apertura a ambas direcciones del Camí del Reís, éste también se ha convertido en alternativa a los antiguos carriles de la primera línea marítima, provocando un infierno en el pintoresco y excéntrico barrio palmesano de Génova.

Por supuesto, la peor parte de esta falta de mínima planificación se la lleva Joan Miró por donde circulan los descomunales autobuses de las líneas 4, 20,46 y 47 además del turístico y los de la TIB (que también han alcanzado dimensiones colosales), así como de muchos de los autocares turísticos y escolares que tienen que desplazar pasajeros entre ambas zonas de la ciudad. 

La antigua carretera de Andratx todavía es una arteria con cierta actividad comercial, -orientada a los habitantes de El Terreno, Son Armadans, y otras barriadas aledañas-, lo que provoca el desplazamiento de innumerables vehículos semi-ligeros de reparto que lógicamente se han de detener en cada entrega. Y por si todo esto fuera poco, desde la pasada legislatura, se está ejecutando un proyecto por el cual se amplían las aceras en las paradas de los autobuses de la EMT, algo que también es muy bonito, pero que, sin alternativas viarias, provoca auténticos estrangulamientos.

En definitiva, la mejora del Paseo Marítimo (a pesar de la mencionada inadecuada solución al puente de Can Barbará de la cual hablaremos en otro artículo) está teniendo unas consecuencias deplorables, -más allá de la larga duración de las obras-, tanto para todo aquel se tenga que desplazar por las vías alternativas, como para los propios barrios del Terreno o de Génova; al ser la actual vía de cintura incapaz de absorber el tráfico desplazado.

De hecho, me inclino a pensar que buena parte de la sensación de saturación, aireada una y otra vez por los diarios de papel, tiene en este punto uno de sus principales elementos que, sin embargo, torticeramente, nunca se menciona.

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