Patrimonio de la Humanidad bajo excrementos

Hace pocos años todavía era posible dar un paseo desde Son Serra de Marina hasta la playa de Son Bauló en Ca,n Picafort, disfrutando de los variados azules del paisaje. Era posible caminar fijando la vista en el horizonte y dejarse llevar por la inmensa belleza del entorno sin más preocupación que la de tener que regresar en algún momento. Ahora, sin embargo, la experiencia pasa por no levantar la cabeza del suelo durante la hora y media de recorrido so pena de regresar a casa con las chanclas o las salomon llenas de excrementos de perros o de caballos indistintamente, e incluso una mezcla curiosa de ambas.

Ha llegado hasta tal punto la libertad de circulación de los caninos y de los caballos que hace pocos días incluso, lejos de respetar los senderos marcados para realizar sus excursiones, un grupo de caballos y sus jinetes paseaban directamente por la orilla de la playa de Son Real. No niego que debe ser una experiencia inolvidable, poder cabalgar en un entorno así y sentirse protagonista de un anuncio de televisión. Tampoco dudo que quien tiene un perro, o cuatro (porque en Son Serra abundan los que pasean por la playa con familia numerosa a cuatro patas), tiene unos sentimientos hacía ellos que, en muchas ocasiones, supera con creces el sentimiento que puedan tener por otros seres humanos de su entorno, es decir, estoy convencida que cuando dicen que a un perro se le puede llegar a querer como a un hijo es porque realmente están convencidos de ellos y no lo voy a discutir. Lo que si discuto es que yo nunca permitiría que un excremento de mi hijo/hija pequeño (léase caca), se quedara descansando sobre la acera o sobre la arena de la playa esperando que algún incauto lo repartiera con su chancla o con su pié descalzo por el resto del universo.

Con todo ello quiero decir que entiendo que quieran bañarse con ellos en el mar, entiendo que acampen rodeados de ellos en la arena, pero no paso por la suciedad que están acumulando en una playa virgen, último reducto en estas islas de lo que significa una playa y un entorno paradisiacos. La más absoluta inoperancia impera en cuanto a control medioambiental en la zona. Proteger un entorno no significa solamente protegerlo de los humanos sino también de sus animales de compañía o de paseo. El Ayuntamiento de Santa Margalida debiera cuidar más un espacio que constituye su mejor patrimonio, un patrimonio que otros municipios hace años ya han perdido inmersos como están en las avalanchas humanas diarias que se instalan en sus playas. No debiera permitir tanta suciedad en un lugar tan bello, ni que los paseos de los caballos por la zona destruyan paulatinamente el paisaje dunar y la vegetación autóctona. Proteger el medio ambiente no consiste solamente en fijarse grandes metas sino también en cuidar desde el más mínimo detalle nuestro entorno más cercano.

Y lo escribo, todo ello, recordando a nuestro querido “Salat”, golden retriever que durante quince años nos regalo su compañía, sin dejar ni un solo resto de su dignidad esparcido en cualquier espacio público.

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