Hace algún tiempo dos artistas iniciaron un “Tumblr” en el que se dedicaron a publicar fotos de portadas de discos de grupos o cantantes de fama mundial, de las que habían eliminado aquellos que ya habían fallecido.
Así se podía ver la portada de Abbey Road de los Beatles en la que solo cruzan la calle Paul y Ringo, o la del primer disco de The Clash sin Joe Strummer, o la del Morrison Hotel de los Doors sin Jim Morrison, o la del primer disco de los Ramones donde solo Tommy Ramone aparece contra la pared de ladrillos del fondo, ya que los otros tres miembros originales ya habían desaparecido, y otras muchas.
El efecto visual es impactante, un punto inquietante y provoca un difuso desasosiego. Ahora que los músicos de la época más creativa y prolífica de la música popular, la que va de principios de los sesenta a mediados de los setenta del siglo pasado, están llegando o han sobrepasado la setentena y, por razones biológicas inexorables, están empezando a ir a hacer compañía a sus colegas que fallecieron antes de tiempo, por abuso de drogas y alcohol la mayoría, otros por accidentes, muertes violentas o enfermedades mortales aparecidas en edades demasiado tempranas, la mayoría de esas fotos se quedarán completamente vacías.
De hecho, eso ya ha pasado con la portada del mencionado primer disco de los Ramones. Aunque ellos son de la época posterior, la era punk, y eran más jóvenes, todos murieron demasiado pronto, excepto Tommy el batería, que ha resistido hasta el año pasado. Ahora, con Tommy desaparecido, la portada sería la pared de ladrillos desolada y el nombre Ramones, incongruente con una imagen sin ningún Ramone. También otras portadas han perdido más personajes. Ahora, en la de Morrison Hotel ya no está Ray Manzarek , en la de Fresh Cream o Goodbye de Cream ya no está Jack Bruce y tantas otras.
Solo en lo que va de 2015 y solo por nombrar algunos de los más conocidos en el ámbito anglosajón, han fallecido Daevid Allen, fundador de Soft Machine y de Gong, Jimmy Greenspoon, teclista de Three Dog Night, Mike Porkaro, bajo de Toto, Chris Rainbow, cantante de Alan Parsons Project, Sam Andrew, guitarra de Big Brother and the Holding Company, Denny McCulloch, bajo de Eric Burdon and The Animals y Andy Fraser, bajo de Free, a los que podemos añadir Demis Roussos de Aphrodite’s Child y Edgar Froesse de Tangerine Dream.
Daevid Allen pasó alguna temporada en Mallorca, en Deià, donde conoció a Peter Graves. Soft Machine, grupo que fundó pero en el que permaneció muy poco tiempo, porque siendo australiano, tras un viaje a Francia le fue negada la reentrada al Reino Unido por problemas de visado, fue uno de los más influyentes de la denominada “Canterbury Scene” y del rock progresivo. Gong, que fundó en Francia, también fue un grupo pionero del rock progresivo y psicodélico. Sam Andrew, gran guitarrista y compositor, fue decisivo en los inicios de la carrera de Janis Joplin. Andy Fraser fue coautor, junto a muchas otras canciones, de “All right now”, el gran éxito de Free, convertido en un himno. En la tumba de Paul Kossoff, el guitarrista del grupo, muerto a los 25 años en un viaje de avión por problemas cardíacos derivados del consumo desmesurado de heroína, está escrito a modo de epitafio “all right now”. Edgar Froesse, fundador y líder de Tangerine Dream, ha sido un pionero de la música electrónica y también, sobre todo en sus inicios, de la música experimental y de vanguardia.
Más allá de la curiosidad que, en un primer momento, pueda despertar el ejercicio de borrado de los músicos fallecidos de las fotos de las portadas de sus discos, me parece un acto desconsiderado e intelectualmente divagante, puesto que, una vez desaparecidos, todos ellos permanecen precisamente en su música. Es en la música que son inmortales, al menos mientras dure nuestra civilización, a la que quizá no le quede mucho tiempo, pero esa es otra cuestión, y, por tanto, eliminarlos de las carátulas es contradictorio con el hecho de que su presencia entre nosotros se perpetua en el contenido sonoro de ese vinilo, o de ese cd, o de esa cinta, si es que queda alguna, o de ese archivo mp3.
La eliminación de la memoria gráfica de nuestros iconos musicales es una alegoría del rampante empobrecimiento intelectual que venimos padeciendo, con el adevenimiento de la llamada cultura de masas que es, en realidad, un proceso de masiva aculturización.





