Sentirnos seguros

El viernes de la pasada semana tuvo lugar un suceso cuyas consecuencias, no por haber quedado aparentemente controladas, dejan de provocarnos una más que lógica preocupación. Efectivamente, lo que en un principio parecía una amenaza local centrada en nuestro país al haberse constatado que la red corporativa de Telefónica y de otras empresas españolas habían sido “hackeadas”, pronto acabó convirtiéndose en un ciberataque a escala mundial que se extendió por el sistema de salud de Reino Unido y que ha acabado afectando a más de 150 países destacando, entre otros, a Estados Unidos, Canadá, Rusia, China, Italia o Taiwán. De hecho, tampoco es que podamos sentirnos del todo tranquilos pues, durante esta semana, ha arrancado una segunda oleada de este ciberataque y el Instituto Nacional de Ciberseguridad (Incibe), dependiente del Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital, ha reconocido que España ocupa la posición 16 del listado de países afectados por las distintas variaciones del virus WannaCry, con más de 1.200 infecciones. Ahí queda eso.

Ha llegado ese punto en que todos nos encontramos muy cómodos con la tecnología pues la hemos aceptado como parte inseparable de nuestro día a día. Todos nos sentimos más que familiarizados con los más diversos dispositivos electrónicos o nos despertamos revisando la pantalla de esos teléfonos tan inteligentes que, prácticamente utilizamos para cualquier cosa menos para cumplir su función primitiva. Nos conectamos a nuestro correo electrónico y a nuestra aplicación de mensajería como si la vida nos fuera en ello y, reconozcámoslo, resulta muy duro (para algunos sencillamente insoportable) saber que te has dejado cualquiera de esos dispositivos en casa.

Nuestra vida ha cambiado y la importancia de los avances tecnológicos está fuera de toda duda. Recuerdo perfectamente cuando en el colegio estudiábamos aquello de las Edades de la Historia. Todo el recorrido acababa en la Edad Contemporánea, iniciada con la Revolución Francesa y llegando hasta nuestros días. Pues bien, en algún momento supongo que se acabará reconociendo que el descubrimiento e implantación de Internet ha dado paso a una nueva edad en la historia de la humanidad.

Así las cosas, tomando conciencia de la importancia de esta nueva era, y tras lo sucedido con estos ataques, resulta igualmente necesario tener muy presente la importancia de la seguridad. Siempre se ha dicho que existen dos palabras claves en todo lo que tiene que ver con la implantación de sistemas, aplicaciones y todo lo que tiene que ver con las tecnologías de la información y de la comunicación: seguridad y confianza. A más seguridad, generas una mayor confianza; y con confianza de los usuarios, se invierte más en seguridad. Se trata de aspectos que deben potenciarse si queremos beneficiarnos de las poderosas herramientas que nos brinda la tecnología en todo lo que tiene que ver con la educación, la salud, la ciencia y, en general, todo lo que tiene que ver con cualesquiera intercambios de información.

Porque los beneficios son muchos y maravillosos, pero los riesgos también existen. Y no solo cuando hablamos de ciberataques a gran escala. En muchas ocasiones lo peor está demasiado cerca de nosotros, casi puede decirse que en nuestros hogares, esperando prácticamente a ser descubierto; auténticos despojos humanos que, amparados en el anonimato, utilizan esas mismas autopistas de la información para otros fines muy distintos de los apuntados. Sin ir más lejos, la pasada semana, tuvieron a bien organizar un más que interesante Taller sobre Acoso escolar y Riesgos de Internet en el colegio de mis hijos. Maravillosa iniciativa que pone el acento en una imprescindible labor de difusión y concienciación que quiero agradecer encarecidamente. Es tremendamente complicado explicar a nuestros hijos que algo malo puede salir de una pantalla, de un vídeo o de un mensaje, y resulta inspirador y todo un privilegio que, los que más saben, cuenten sus experiencias y adviertan de los peligros existentes. En este sentido, no puedo negar que uno de los aspectos que más intranquilidad me genera es que nos hallamos ante un enemigo silencioso, que trata de aprovecharse de la ingenuidad y de la inocencia de los más pequeños, puede que desde muy lejos pero, gracias al “milagro” de la tecnología, desgraciadamente, pareciendo estar muy cerca.

En definitiva, tengamos todos muy claro que esta nueva era ya ha comenzado y que nada ni nadie puede cambiar este nuevo escenario dibujado por la tecnología. No obstante, de todos nosotros depende darle sentido y no olvidar que, del mismo modo que invertimos en nuestra seguridad en el mundo real, debemos hacer lo propio en el entorno virtual. No tenemos alternativa, no es una opción. Y ya estamos más que avisados.

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