Un cuento de Navidad

Sara tiene 19 años. Sus padres se casaron en Ginebra. Él es judío y ella cristiana. No suele contarlo a sus amigas. Tiene miedo a que la miren como un bicho raro. Estudia Turismo y quiere trabajar en un hotel en Asia. Tuvo un novio hace 2 años, pero no cuajo. Ella tiene un sentido de la virtud y del decoro que no le permitió aceptar las peticiones del joven que pretendía sexo y fiesta. No lo saben sus amigas. Son cosas íntimas y no va a contarlo para que encima se rían de ella. Recuerda cuando las amigas festejaron la pérdida de la virginidad de otra amiga que, con 16 años, se puso debajo del chico con el que salía y aprendió la primera de las lecciones de la realidad de la vida. Sara tiene miedo. No está preparada para aceptar lo que sus amigas dicen que hay que hacer. Algunas incluso fantasean con acostarse y hacerlo con dos a la vez. Le gusta leer novela romántica. Pero le sorprende que en todas se trata del deseo sexual entre una joven y un apuesto joven, que suele ser de las Tierras Altas de Escocia, Barón, Duque o muy rico. A veces se pregunta si nadie escribe novelas de amor de personas normales como ella. Se pregunta por qué todo es sexo físico y nadie habla del amor romántico que, según su madre, es lo que le llevo a convertirse en una mujer traidora a su religión, al casarse con judío, que se convirtió en otro traidor a su religión. Mis padres son muy buena gente, no pueden ser considerados raros porque decidieron romper las reglas y se casaron. Y ella, es el resultado de ese amor, Y eso le da fuerzas para intentar ser como es ella en realidad. Es virgen y un poco mártir, ya que sufre la incomprensión de su generación. Le han dicho que hay que ir a la fiesta de Navidad de los compañeros de la universidad. Cena, copas y fiesta, y puede que sexo. Sara está asustada. Su amiga le ha dicho que hay que ir con una minifalda muy corta, tanto que se le congelará el sexo, pero que no pasa nada. La pasión conseguirá recuperar la temperatura. Se lo dice riendo, como si fuese verdad tanta historia. Ella quiere ir a la cena, pero no quiere ni copas ni sexo. Estos días, en casa de Sara se celebra la Janucá ( Hanukkah) la fiesta de las luces. Su padre enciende iluminarias, hace regalos a la familia y celebran ágapes especiales. Tradición muy parecida a la Navidad, pero que no coinciden en la figura de Jesucristo. Su madre es tradicional y celebra la Navidad. Así que la casa está iluminada de fiesta desde principios de diciembre, según transcurre el calendario judío. Sara no es religiosa, pero siempre celebra estos ritos de sus padres. Le gusta mucho el pequeño nacimiento que coloca su madre en la salita. Le gusta la imagen de María, la virgen y madre de Jesús. Como ella, hace 2000 años, hoy Sara se siente incomprendida y rechazada. Una mujer virgen preñada por un Espíritu Santo. Y ella, una joven del 2025, que tiene que ir en tanga a una fiesta callejera, para no parecer un bicho raro. Suena el móvil, y es su amiga más callada y discreta. Se llama Ana, y le dice que ella no quiere ir a la fiesta. Que se quedará en casa. Y le invita a pasar la noche en su casa, noche de pijamas. Sara enseguida le dice que cuente con ella. Por fin tiene una escusa buenísima para no ir a la fiesta y no pasar por el aro. Sara mira el nacimiento iluminado con tantas luces, y siente como si la figura de la Virgen María le estuviera sonriendo.

Feliz Navidad y Feliz Janucá.