Volver a la Luna

Este sábado pasado se ha anulado por segunda vez el lanzamiento de la nave Artemis, que debe partir en un viaje no tripulado que le lleve a circunnavegar la Luna y volver a la Tierra. La misión, la primera del programa del mismo nombre con el que la NASA pretende volver a nuestro satélite, se ha tenido que aplazar, probablemente hasta octubre, a fin de solucionar los problemas técnicos que han surgido de fugas de combustible de hidrógeno de los depósitos auxiliares. La nave ha sido transportada de vuelta a los hangares para las necesarias reparaciones y comprobaciones, y el despegue, si todo va bien, diferido unas semanas, hasta que se produzca otra conjunción favorable en la posición respectiva de la Tierra y la Luna.

El proyecto Artemis tiene confirmadas, de momento, tres misiones. Artemis I, la actual, no lleva tripulación, solo unos maniquíes llenos de sensores y detectores de radiación, que proporcionarán información acerca de diversos aspectos que pueden afectar a los astronautas en ingravidez, así como de los niveles de radiación esperables durante el viaje.

Artemis II repetirá el viaje, pero ya con una tripulación humana de cuatro astronautas, que no bajarán a la Luna, y en 2025 o 2026 Artemis III significará el retorno de la especie humana a nuestro satélite (si no hay antes una llegada de los chinos), ya que dos de los miembros del equipo descenderán hasta la superficie en la cápsula Orión. Según todas las noticias difundidas hasta ahora, los planes de la NASA es que pisen la Luna una mujer y un hombre de raza no blanca (racializado es la palabra políticamente correcta que se usa en estos momentos, pero no me gusta nada y prefiero no emplearla).

La NASA tiene identificados 13 posibles puntos de alunizaje, todos cercanos al polo sur del satélite, en zonas de cráteres profundos donde no llega la luz solar y donde, por tanto, la intensidad de la radiación es mucho menor y donde se ha confirmado la existencia de agua en estado sólido, lo que es fundamental para el abastecimiento de futuras posibles estaciones permanentes.

El objetivo de la vuelta a la Luna es la exploración, el descubrimiento de materiales valiosos, estudiar el impacto sobre el ser humano de largas temporadas en ingravidez, o a gravedad muy baja, determinar la posibilidad de establecer bases permanentes, probar nuevos equipamientos, como los nuevos trajes espaciales, y, en último término, consolidar la infraestructura, la tecnología y la experiencia que nos permita viajar a Marte.

Hay quien opina que los programas de exploración espacial deberían cancelarse e invertir el dinero a ellos destinado a programas de desarrollo en la Tierra. Es el eterno dilema entre el utilitarismo y la pulsión exploradora e investigadora. También hay quien opina que no se deberían dedicar recursos a la investigación básica, especialmente en ámbitos de conocimiento que no tengan un retorno o una aplicación inmediatos.

Pero eso sería ir en contra de nuestra propia naturaleza. Siempre hemos sido una especie inquisitiva; de hecho, es probablemente lo que nos hace humanos. Queremos conocer nuestro entorno, investigar y explorar lo desconocido. Por otra parte, del conocimiento y la exploración siempre se han derivado avances que han resultado fundamentales para nuestra evolución.

Una vez explorada y conocida la práctica totalidad de la superficie terrestre, nos quedan dos objetivos: el mar, el fondo de los mares y los océanos y el cosmos. El espacio es nuestra última frontera y, en este caso, es infinita e inacabable. Pero la exploración espacial no es solo una cuestión de alcanzar un reto geográfico, como sí lo fue en los años 60 del siglo pasado, cuando llegar a la Luna era una competición estratégico-política entre las dos potencias mundiales enfrentadas en la Guerra Fría, los EE.UU. y la URSS, o, sesenta años antes, la carrera entre Amundsen y Scott para llegar al Polo Sur.

La investigación dedicada a la exploración espacial ha desarrollado tecnologías que hoy en día son de aplicación en nuestra vida diaria, es decir, sí tiene un retorno útil y, además, salir del planeta puede ser nuestra esperanza de tener una vía de escape si algún día se hace inhabitable, o, teniendo en cuenta que en nuestro entorno inmediato del sistema solar, el único al que tendremos acceso por el momento y probablemente por siempre, no hay ningún otro mundo habitable para nosotros, puede ser la vía para desarrollar tecnologías que nos permitan sobrevivir en un entorno imposible para nuestra biología y, por tanto, hacerlo aquí en nuestra propia casa si nuestro medio ambiente llega a ser hostil para nuestra supervivencia.

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