Zona de botellón

Por Paco Aliaga Permítame que tenga dudas de que el resultado de esa encuesta en la que la inmensa mayoría de ciudadanos rechaza el botellón vaya a cambiar el panorama. De momento hay diferencias de estrategia entre una alcaldesa, Calvo, y un conseller, Vicens, quien apunta con razón que esto no se arregla con... Permítame que tenga dudas de que el resultado de esa encuesta en la que la inmensa mayoría de ciudadanos rechaza el botellón vaya a cambiar el panorama. De momento hay diferencias de estrategia entre una alcaldesa, Calvo, y un conseller, Vicens, quien apunta con razón que esto no se arregla con normativas, ordenanzas o leyes. Dicen jóvenes que conocen el asunto, que el meollo del problema está en el precio de las copas en pubs, discotecas y otros negocios de ocio nocturno. Echan cuentas y la diferencia es abismal, o sea, poder o no poder, entre la consumición en una terraza y la de suministro propio y socializado. Hombre, eso de que ensucian, sí, pero hay ciudades que lo han solucionado delimitando zonas con la infraestructura necesaria para paliar excesos de guarrería y defectos de civismo. Y en cuanto a la competencia, pues si no gastan en locales, lo hacen en supermercados y tiendas. Eso es irrelevante. El gran peligro, el que debe de preocupar a autoridades, empresarios de restauración y encuestados, es el consumo excesivo de bebidas destiladas y el acceso fácil e incontrolado de menores al alcohol. Pero eso no se resuelve con prohibiciones en papel, acoso social y represión policial. Eso, como los efectos negativos de otras drogas, tabaco o sexo irresponsable, se intenta solucionar mucho antes, en la escuela y en la familia. Los abusos y la inconsciencia son malos. El botellón, un fenómeno imparable a ciertas edades, no.

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