El proceso liquida de facto a una compañía que arrastraba una deuda multimillonaria desde la compra de Trasmediterránea en 2018 y que desde hace meses se encontraba bajo la tutela de los fondos de inversión. La venta se ha materializado en dos bloques:
Por un lado, Baleària asume la actividad en las rutas de Canarias, mar de Alborán, la conexión Canarias–Península y Argelia, además de parte de las líneas del Estrecho de Gibraltar. La operación incluye la gestión de 15 buques y la incorporación de unos 1.500 trabajadores de mar y tierra.
DFDS, por su parte, se queda con el control de la mayor parte de las operaciones en el Estrecho de Gibraltar, incluyendo concesiones y terminales en Algeciras, Ceuta y Tánger Med, así como dos ferris emblemáticos de la flota. En este bloque se integran unos 200 empleados.
El precio de las operaciones no se ha hecho público en su conjunto, aunque fuentes del sector sitúan la puja de Baleària por encima de los 200 millones de euros, mientras que DFDS habría desembolsado cerca de 300 millones por el segmento más rentable del grupo.
La venta supone el cierre de una etapa y la fragmentación de un operador que durante décadas fue clave en las conexiones marítimas entre la Península, Baleares, Canarias y el norte de África. La marca Armas Trasmediterránea, aunque formalmente seguirá existiendo, pierde peso operativo y queda reducida a la mínima expresión.
Con esta operación, Baleària refuerza su posición en el mercado nacional y canario, mientras que DFDS logra su gran objetivo: implantarse en el Estrecho de Gibraltar, un corredor estratégico para mercancías y pasajeros entre Europa y África.
La venta de Armas Trasmediterránea confirma así la desaparición práctica de una naviera centenaria que, ahogada por las deudas y bajo control de los acreedores, ha sido troceada y repartida entre competidores.