La caida del Real Madrid en la Copa del Rey a manos del Leganés podría tener consecuencias. No, no recuerden la dimisión de Florentino Pérez en su anterior etapa como presidente después de perder en Son Moix, ni piensen en la inmediata dimisión de Zidane. No. Pero no olviden que cada vez que ha sido eliminado uno de los grandes, la Asamblea de la Federación Española de Fútbol ha cambiado las normas de la competición para que aún fuera más difícil para los competidores más modestos, al punto que se suprimió la fórmula a partido único en campo del débil para regresar a la eliminatoria doble con la vuelta en el feudo del más fuerte que, por si fuera poco, no entra en competición hasta dieciseisavos de final.
Con la excusa de premiar a los clubs de inferior categoría en base a la hipotética taquilla que generaría la visita de un rival europeo y las obligaciones de quienes participan en la Champions o la Europa Leage para no entrar en el bombo desde el principio, lo importante es que en Las Rozas se garantice una final que dé dinero, nada comparable a los ingresos obtenidos cuando han sido finalistas el Mallorca, el Recreativo, el Espanyol, el Celta o el Osasuna. Desde luego no quiere decir que suceda, pero de acuerdo con los antecedentes es lícito esperar lo peor y a ver qué se les ocurre para futuras ediciones.
El imborrable Luis Aragonés opinaba que el llamado torneo del KO había perdido todo interés desde que la UEFA condenó a muerte la Recopa, cuya última final la disputó por cierto el Mallorca. Tenía razón al afirmar que estábamos ante una competición hueca cuya única manera de recuperar sería clasificar al vencedor directamente para la Champions League y no los remiendos que la siguen.





