Como el algodón, la prueba del CIS no engaña cuando la macroencuesta no tiene necesidad de ser cocinada y valora sensaciones e intenciones del momento.
Es lo que ha sucedido con los datos que arrojaba esta semana la última entrega de la encuesta "oficial", que sitúa a José Ramón Bauzá como el líder político -se valoraba a candidatos- de Balears con peor nota. Quedaba por detrás no sólo de Biel Barceló y Francina Armengol (primero y segunda), sino también de Alberto Jarabo, Jaume Font o el novísimo Xavier Pericay. La mayor parte de las encuestas fueron realizadas en el mes de junio, semanas después de la hecatombe electoral del PP de Bauzá. Lo de Bauzá es para hacérselo mirar y para que el presente del PP lo analice a fondo.
La primera conclusión pasar por la certeza de que, con la nota del 3,09 obtenida por Bauzá, el PP balear tiene un suelo asegurado de 20 escaños en el Parlament. Cualquier otro cabeza de lista hubiera sacado esos 20 diputados o más. Ninguno menos. Ni siquiera la portera de su finca. Esos miles de votos obtenidos optaron por el PP a pesar de Bauzá.
La segunda deducción lleva a pensar que a los ciudadanos que le dieron la espalda a Bauzá no sólo no les gustó su mandato sino que también vieron mal su negativa inicial a abandonar, la resistencia a dar paso al futuro, y su decisión de trasladarse al Senado.
El tercer elemento es parta que los tengan en cuenta los contendientes que andan ya a cara de perro por hacerse con el control del partido tanto para elegir los candidatos al Congreso y al Senado como para controlar el partido a partir del congreso extraordinario de 2016. Críticos y oficialistas deben tomar nota de que aquello que huela a Bauzá no recibirá la bendición del ciudadano. Que hay 20 escaños -el suelo electoral- a gestionar y que se trata de aumentarlos un 50%.
El CIS ha marcado el camino a seguir. Mejor aún, ha marcado el camino a no seguir.