Como si estuviéramos en la tesitura de tener que decir si queremos más a papá o a mamá, millones de ciudadanos españoles no saben qué contestar cuando se les pregunta cuál de los candidatos de los 4 partidos más votados les gustaría que fuera presidente del Gobierno. En este caso, es obvio, la duda es en carácter negativo.
A Mariano Rajoy, además de muchas frases desafortunadas desde el punto de vista sintáctico y semántico, se le achaca cuatro años de paro y austeridad, y el goteo incesante de casos de corrupción que afectan a su partido, tanto a nivel local como autonómico y estatal.
La imagen de Pedro Sánchez ha quedado muy tocada después de su no-investidura. Querer someterse a la votación sin tener los apoyos suficientes ha sido interpretado como una pérdida de tiempo y dinero para algunos, y como un aprovechamiento de las circunstancias para realizar una campaña electoral para otros. Todo ello, además, sabiendo que su autopostulación como presidente ante el Rey fue después de que el PSOE consiguiera uno de los peores resultados electorales de su historia.También pasó en Baleares y Francina es presidenta.
Siguiendo por orden de escaños viene Pablo Iglesias, una figura que genera dudas derivadas de sus alianzas internacionales. Sus simpatías por estados en situación fallida como Venezuela o Grecia hacen dudar a muchos de que su modelo de gestión garantice un mínimo estado del bienestar deseado y con garantías de libertad (personal y de prensa) para todos. No hay nada peor que una dictadura de derechas que una dictadura de izquierdas.
Y por último llega Albert Rivera. Sin duda que ha sido hábil en las negociaciones post 20-D para sobreponerse a unos resultados mucho menores que los vaticinados por las encuestas. Su acuerdo con Sánchez y los casos Taula, Púnica y Ático entre otros lo han hecho escalar posiciones en detrimento del PP. Aún así, son muchos los que no se fían de que no sea más que un mirlo blanco del IBEX-35 y que, en el fondo, su presencia sirva básicamente para que se mantenga el status-quo de los poderes fácticos y económicos que son, por otra parte, los que nos han llevado a donde estamos ahora.
Me dejo el político mejor valorado según los barómetros, Alberto Garzón, puesto que su número de escaños -que no de votos- lo descartan para cualquier carrera presidencialista.
Todo ello hace que a la hora de elegir cuál sería el mejor presidente para España, la mayoría de los ciudadanos opten por la risa agria o por un deseo arrebatador de emigrar a una isla desierta. En nuestro caso sabemos que no lo haremos porque vivimos en Mallorca, y “com sa Roqueta no hi ha res”.




